La segunda aparición de Fátima: “Nuestra Señora prometió llevarnos al Cielo”
Por: Rafaela Randello
Fátima, 13 de junio de 1917. — Apenas un mes después de la primera visión en Cova da Iría, los tres pequeños pastores de Aljustrel —Lucía dos Santos y sus primos Francisco y Jacinta Marto— regresaron al lugar de la aparición, obedeciendo la promesa que la misteriosa “Señora vestida de blanco” les había hecho el 13 de mayo. Era mediodía, y, según los testimonios, unas cincuenta personas los acompañaron esta vez, curiosas y expectantes.
Lucía rezaba el rosario junto a los demás cuando, una vez más, una luz intensa anunció la presencia celestial. La niña, sorprendida pero confiada, exclamó: “¡Ya viene la Señora!”. Los demás solo vieron una tenue nube blanca sobre la encina. Según el relato posterior de Lucía, la Virgen volvió a aparecer “más resplandeciente que el sol”, y la conversación se desarrolló con serenidad y ternura.
La Señora preguntó si los niños querían ofrecerse a Dios, soportando los sufrimientos que Él quisiera enviarles, “en acto de reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores”. Lucía respondió en nombre de todos: “Sí, queremos”.
Fue entonces cuando, según los videntes, la Virgen abrió sus manos y una luz intensa los envolvió, penetrando en su interior. “Vimos —relata Lucía— que esta luz era Dios, y en ella nos vimos más claramente a nosotros mismos.”
Durante el diálogo, los niños le preguntaron si irían al Cielo. La respuesta fue afirmativa, aunque acompañada de una advertencia: Francisco tendría que rezar muchos rosarios antes de ir al Paraíso. La Señora también habló de María das Neves, una amiga de Lucía que ya había fallecido, asegurando que estaba en el cielo, y de otra niña llamada Amelia, que “estaría en el purgatorio hasta el fin del mundo”.
La visión culminó con una nueva promesa. La Virgen les dijo que volvería el mes siguiente y les pidió que aprendieran a leer y escribir. Además, les anunció:
“Quiero que recéis el rosario todos los días. Quiero que aprendáis a leer y que, más adelante, os diré lo que quiero.”
Al elevarse, una brisa leve agitó las ramas del árbol. Las personas presentes afirmaron haber percibido un cambio en la luz y el ambiente, aunque sin ver a la Señora. Muchos aseguraron que la temperatura descendió repentinamente, y algunos escucharon un zumbido similar al de una abeja.
De regreso al pueblo, la noticia se difundió con rapidez. Mientras algunos fieles afirmaban que los niños irradiaban paz y verdad, otros —entre ellos familiares de Lucía— continuaron dudando. Su madre llegó a interrogarla con severidad, temiendo que las visiones fueran una ilusión o una ofensa a Dios. Lucía, sin embargo, no se retractó y mantuvo su versión con la serenidad que sorprendía a los adultos.
La segunda aparición consolidó la fe de quienes habían comenzado a creer. Las oraciones aumentaron, los peregrinos empezaron a acudir cada mes, y la expectativa creció en torno a lo que ocurriría en julio.
Lo que para los niños fue una experiencia espiritual pura, para la comunidad se convirtió en un fenómeno que empezaba a trascender los límites del pequeño pueblo de Fátima.
FUENTE
- de Marchi, J. (2018, febrero). La verdadera historia de Fátima (versión en español) (pp. 20–27) [PDF]. Fatima.org. https://fatima.org/wp-content/uploads/2018/02/True-Story-of-Fatima-Span.pdf

