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La visión de Sor Lucía

La iconografía de la Virgen de Fátima surge de la visión que tuvieron los pastorcitos en Cova de Iria en 1917, especialmente Sor Lucía, quien describió a la Virgen como una joven de aproximadamente dieciocho años, vestida con una túnica blanca hasta los pies, ajustada por un cordón dorado, y cubierta con un manto blanco bordado con galón de oro que envolvía su cabeza y hombros. Su rostro delicado brillaba con una luz sobrenatural, mostrando una sonrisa amable, aunque levemente teñida de tristeza. Sus ojos eran negros y sus manos estaban juntas sobre el pecho, sujetando un rosario de cuentas blancas con una cruz de plata, mientras sus pies descalzos descansaban sobre una nube de armiño (Aparicio González, 2012).

Además de su belleza física, la iconografía de la Virgen de Fátima está impregnada de un profundo simbolismo. En las visiones de Sor Lucía, la Virgen aparece con su Corazón rodeado de espinas, representando los sufrimientos causados por las blasfemias e ingratitudes humanas. Este simbolismo resalta su rol como madre sufriente e intercesora, quien, a través de su dolor, pide reparación y penitencia por los pecados del mundo. Su mensaje de fe y esperanza destaca la importancia de la oración, especialmente el rezo del rosario, como medio para alcanzar la salvación.

Según Aparicio González (2012), en 1929, Sor Lucía encargó al escultor portugués José Ferreira Thedi una talla que reflejara la visión que ella había tenido, convirtiéndose en una de las primeras interpretaciones visuales de la Virgen tal como fue percibida por los videntes. Esta imagen se difundió ampliamente, convirtiéndose en un referente en la práctica religiosa y manteniendo vivo el mensaje espiritual de las apariciones.

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