Las levitaciones y marchas extáticas
La Teología Mística distingue tres tipos principales de levitación:
- Éxtasis ascensional, cuando la elevación es leve.
- Vuelo extático, cuando el cuerpo se eleva a grandes alturas.
- Marcha extática, cuando empieza a caminar o correr velozmente a ras del suelo, pero sin tocarlo.
En Garabandal hubo levitaciones de todos estos tipos, y entre ellas destaca, sin duda, el fenómeno de las marchas extáticas. Estas comenzaron el 4 de agosto, cuando las videntes caminaron por primera vez durante un éxtasis. Hasta ese momento, solo entraban en trance y caían de rodillas, pero ahora caminaban sin descanso, sin mirar al suelo, con la cabeza alzada y los ojos fijos en el cielo. Lo hacían de día o de noche, bajo el sol, la lluvia, el granizo o incluso sobre medio metro de nieve; con gente alrededor o sin nadie; de pie o de rodillas; avanzando hacia adelante o hacia atrás. Nada las frenaba durante sus éxtasis y marchas extáticas.
Existen numerosos testimonios sobre estos fenómenos extraordinarios. Una testigo francesa, Christiane Roman-Bocabeille, recuerda: “Corriendo, además, porque no iban despacito, no, no, no. ¡Había que correr detrás de ellas! Iban igual para adelante que luego para atrás, o se iban hacia un lado. Nunca las vi ni vacilar, ni caerse ni nada”.
María Antonia Huertas, en aquel entonces una niña, también recuerda como eran los éxtasis de las niñas: “me acuerdo de cuando bajaban de espalda de los pinos… era como si volasen… ellas bajaban, como si…, no sé, como desafiando la ley de la naturaleza. Aquello era tremendo”.
Las niñas recorrían toda la aldea con un carácter que parecía penitencial y de peregrinación. Muchas de estas marchas se detenían en la Calleja, el Cuadro y los Pinos. Más tarde comenzaron a entrar en las casas del pueblo, donde daban su cruz a besar a los presentes y hacían la señal de la cruz sobre distintos objetos, como camas o vehículos.
También se daban indicios de clarividencia. El padre de Jacinta, Simón González, recuerda: “Iban a las cabeceras y si hacía una cruz sola era señal de que dormía allí una persona sola. Pues si hacían dos, pues allí dormían dos, un matrimonio o hermanos… era exacto”.
Las casas de los enfermos y de los difuntos tenían una preferencia especial. Simón lo recuerda también: “Cuando moría alguno rezaban una estación allí, al lado del cadáver”. Las marchas siempre eran para bendecir, consolar, acompañar; eran portadoras de grandes consuelos y alegrías para las familias.
Entre esas visitas destacan, quizá, las del cementerio. Maximina González, tía de Conchita, lo relata: “(…) Cuando llegamos al pueblo se dio la vuelta, se puso de pie y fuimos hasta el cementerio. El cementerio por entonces tenía un acceso muy malo, un camino de mucho fango (…) Conchita llegó con el Cristo; la puerta estaba cerrada, y metió el Cristo por la reja de la puerta haciendo gestos como si estuviera dando a besar el Cristo a gente que estuviera al otro lado. Estuvimos allí un rato y volvimos a casa de Conchita, todavía en éxtasis. Serían las tres y media de la mañana. Cuando terminó el éxtasis le dijimos: «Ay, por favor, Conchita, ¿dónde nos llevaste?». Y ella respondió: «¡No! No me he movido de aquí. Yo no he ido a ningún sitio». En efecto, no se había dado cuenta de que había salido de la casa”.
FUENTE
- Libro “Garabandal: a la luz de la historia” Edición Spanish, escrito por José Luis Saavedra para su Primera Tesis Doctoral de Teología Histórica a la luz del proceso de las apariciones. Obtenido del sitio web PDFCOFFEE: https://pdfcoffee.com/
- Video publicado con el nombre “Testimonio de María Antonia Huertas (testigo de Garabandal)” (28 abr. 2015), en el canal de YouTube Virgendegarabandal: https://www.youtube.com/@Virgendegarabandal