Imprimir

Mercedes Segovia: de testigo joven a peregrina

Volver al lugar donde tu vida cambió no es algo que suceda todos los días. Para Mercedes Segovia de Seeber, argentina y testigo de Garabandal en los años 60, el regreso después de 48 años fue una experiencia cargada de lágrimas, recuerdos y gratitud.

“No paro de llorar desde que llegué, de la emoción”, confiesa. Durante años había soñado con volver al pequeño pueblo cántabro. Incluso enfermó gravemente, pero ofreció todo su dolor a la Virgen con la esperanza de pisar otra vez aquellas calles que marcaron su juventud.

En 1961, Mercedes tenía apenas 20 años y se encontraba viajando por Europa con su padre. No se esperaba que acabaría en un remoto pueblo de montaña. Fue su tía quien les avisó que el 18 de junio se daría un mensaje muy importante. Su padre no lo dudó: cambió todos los planes y condujo hasta Cosío. Desde allí, caminaron los siete kilómetros a pie hasta Garabandal.

“Nunca jamás se me ocurrió pensar que era nada extraordinario… ni sabía que estaban ocurriendo las apariciones”

Una familia local les cedió su casa para dormir aquella noche. El ambiente era serio, sobrio, casi contenido: “La gente era muy callada, muy reservada. Viste bien aldeanos del norte, tan serios y metidos para dentro… sobre todo con un tema tan especial como las apariciones de la Virgen”.

El 18 de junio de 1965, Mercedes y su familia esperaban sentados en la calleja, cerca del cuadro. La multitud comenzó a agitarse: las niñas videntes aparecían acompañadas por la Guardia Civil. Y entonces sucedió lo inolvidable:
“De repente crack… la caída, el sonido de los huesos de las rodillas… ay, impresionante, ese es un ruido que no se olvida nunca más.”

Aún hoy se estremece al contar cómo probaban la inexplicable resistencia de las niñas en éxtasis:

“Les prendían fósforos en los ojos, les pinchaban… nada. Tenían una cara iluminada, de ver al ángel, pero no era de felicidad, era algo distinto.”
“Después varios hombres intentaron levantarlas y no podían… era como si pesaran diez mil kilos.”

Tras un largo rato en éxtasis, las niñas se incorporaban como si nada hubiera pasado. Mercedes y su familia, que al día siguiente debían regresar a Argentina, se acercaron a despedirse. Fue entonces cuando recibieron en mano el mensaje escrito por Conchita:

“Nos dio a cada uno un papel con su letra. En aquel momento no decía ‘cardenales, obispos y sacerdotes’, solo ‘sacerdotes’. Volvimos con la sensación de que no podíamos quedarnos callados.”

Hoy, con 68 años, Mercedes sonríe al recordar su inconsciencia juvenil:

“Qué increíble, qué adolescente inconsciente que era… tantas gracias que recibí y yo sin darme cuenta. Ahora veo todo distinto. El cuerpo se machuca, pero el alma y el espíritu siguen funcionando.”

Al volver a Garabandal, lo primero que hizo fue visitar la iglesia:

“La encontré espectacular, renovada. Aunque me entristeció ver tantas casas cerradas, abandonadas… antes era un pueblo pobre, sin asfalto ni electricidad, pero con una vida espiritual profunda. Tocaban la campanita y todos salían a rezar el rosario.”

El regreso de Mercedes no fue solo un viaje al pasado, sino una confirmación de que Garabandal sigue vivo, humilde y escondido, pero lleno de significado. Su testimonio es el de alguien que pasó de la indiferencia juvenil a la certeza madura de haber sido testigo privilegiado de algo que supera lo humano.

“Soñaba con volver… y aquí estoy.”

FUENTE


Submit a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Tabla de contenidos