Una vitalidad inexplicable
Mientras el doctor Javier Torroella Bueno realizaba su análisis (vease “Un reflejo imposible en los ojos de la Virgen”) en 1956, otro cirujano mexicano, Rafael Torija Lavoignet, tuvo también la oportunidad de examinar la imagen original de la Virgen de Guadalupe. El resultado de su estudio fue igualmente sorprendente.
En su informe, relató lo siguiente:
“Al examinar de cerca los ojos de la Virgen, primero a simple vista y luego con una lupa, percibí lo que parecía ser un busto humano reflejado en la córnea de ambos ojos. Posteriormente, utilizando un oftalmoscopio durante cerca de una hora, confirmé que la imagen estaba presente en el mismo lugar donde normalmente se reflejaría en un ojo humano real.
Lo más extraordinario fue comprobar que, al dirigir la luz del instrumento, los ojos de la Virgen producían reflejos semejantes a los de un ojo vivo. Esto sería imposible en una superficie plana y opaca como una pintura sobre tela. Para asegurarme, repetí el experimento en otras pinturas y fotografías, y en ninguna se presentó tal fenómeno. Los ojos de la Virgen, en cambio, daban impresión de vitalidad.”
Cada vez era más evidente que sucedia algo extraordinario con la Tilma que aquel indigena llevaba puesta en 1531 y que la Virgen había decidido iluminar.
FUENTE
- Libro “El misterio de la Virgen de Guadalupe” de J. J. Benitez, capítulo 11 “Sorpresa entre los medicos oculistas” en el apartado “No se trata de una ilusión obtica”.