El misterio del nombre: ¿Por qué la Virgen mexicana se llama Guadalupe?
Autor: Arias Daiana
Este artículo es la continuación de “Guadalupe: un puente inesperado entre España y México”, en la que exploramos los ecos de una devoción ancestral que viajaba desde Extremadura hasta Nuevo España. ¿Pero qué sucedió realmente tras las apariciones del Tepeyac? Vamos a desenterrar los relatos, las pistas históricas y las coincidencias lingüísticas que podrían explicar por qué la Virgen mexicana lleva el nombre de “Guadalupe”, un vocablo árabe que atravesó océanos y se esculpió en la identidad de dos continentes.
La historia de la Virgen de Guadalupe —patrona de México y símbolo de identidad nacional— guarda un enigma que durante siglos ha intrigado a historiadores, religiosos y creyentes: ¿de dónde proviene realmente su nombre?
La respuesta parece remontarnos no a las laderas del cerro del Tepeyac, sino a más de 7.000 kilómetros de distancia, en la Extremadura española, donde siglos antes había surgido otro culto mariano bajo la misma advocación.
De un pastor y su vaca milagrosa a un santuario famoso
Según la tradición medieval, en tiempos del rey Alfonso XI, hacia el siglo XIV, un humilde pastor cacereño halló a su vaca muerta en la dehesa de Guadalupe. Al intentar desollarla, el animal revivió y, de inmediato, se le apareció la Virgen María. La Señora le indicó dónde excavar: allí encontraría una imagen escondida, junto a una campanilla y un escrito.
El hallazgo dio origen a la construcción de una pequeña ermita que, con el tiempo, se convirtió en uno de los santuarios más célebres de la península ibérica. La Virgen de Guadalupe en España adquirió tal fama que incluso los reyes castellanos la invocaban antes de la batalla.
Cuando el nombre “viajó” a América
Dos siglos después, en 1531, al otro lado del Atlántico, el indígena Juan Diego aseguraba haber visto a la Virgen en el cerro del Tepeyac. La imagen quedó “milagrosamente” impresa en su tilma. Sin embargo, surgió un detalle desconcertante: ¿por qué esa Señora “mexicana” fue llamada también Guadalupe?
El nombre resulta, a todas luces, extraño en un contexto náhuatl. “Guadalupe” es un vocablo árabe que significa, según distintos arabistas, “río escondido” o “río de lobos”. Nada más lejano al mundo mexica.
Sospechas y la visita de un “enviado especial”
La extrañeza no pasó desapercibida en España. En 1574, el monasterio extremeño de Guadalupe envió al fraile Diego de Santa María a investigar. Su sorpresa fue mayúscula al comprobar que, en México, existía ya un templo bajo la advocación de “Nuestra Señora de Guadalupe”, que atraía multitudes y limosnas.
En un informe dirigido al rey Felipe II, fray Diego denunciaba que todo había comenzado con un “poder falso” utilizado por un desconocido para recaudar dinero en nombre del monasterio extremeño. Y concluía, con cierto enfado, que “le mudaron el nombre, y pusieron el de Nuestra Señora de Guadalupe, como hoy en día se llama”.
¿Devoción o “franquicia” espiritual?
La coincidencia no parece casual. Los conquistadores y misioneros que llegaron a la Nueva España procedían, en buena parte, de Extremadura, tierra profundamente devota de la Virgen de Guadalupe española. Es probable que fueran ellos quienes impusieron el nombre a la advocación mexicana, quizá con la intención de vincularla con un culto ya consagrado y respetado en Europa.
Así, la “Guadalupe mexicana” habría heredado, además de su nombre, buena parte del prestigio espiritual de su “hermana mayor” extremeña.
El enigma sigue vivo
Hoy, cinco siglos después, la pregunta persiste: ¿fue la Virgen del Tepeyac realmente “bautizada” por los labios de Juan Bernardino en náhuatl… o fue una imposición española con fines religiosos y políticos?
El debate continúa abierto, y entre la fe, la historia y la antropología, lo cierto es que el nombre de “Guadalupe” —árabe en origen, español en devoción y mexicano en identidad— sigue siendo un puente entre dos mundos.
FUENTE
Benítez, J. J. (1982). El misterio de Guadalupe: Sensacionales descubrimientos en los ojos de la Virgen mexicana (pp. 96–100). Editorial Planeta.