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La Transfiguración de las niñas durante los Éxtasis

Uno de los aspectos más impactantes de las apariciones en San Sebastián de Garabandal fue la transformación física y espiritual que experimentaban las niñas durante el éxtasis. Testigos presenciales relataron cómo sus rostros y cuerpos parecían cambiar, como si se produjera una transfiguración que escapaba a toda explicación natural.

Cuerpos rígidos, casi irreales

Muchos de los que estuvieron presentes en esos momentos de éxtasis quedaron profundamente impresionados por lo que percibieron al tocar a las niñas. Uno de ellos fue Prudencio González, un pastor que, al pasar con sus ovejas por la Calleja, se apoyó en el hombro de una de las videntes. Lo que sintió lo dejó desconcertado:

“El hombro no parecía de carne, blanda y caliente, sino de algo rígido y frío, que estremecía”.

Una experiencia similar vivió Vicente Mazón. Mientras descendía por la Calleja cargando una pesada colmena de tronco al hombro, se encontró con las niñas en pleno éxtasis. Al ver que no se apartaban, protestó por su aparente descortesía, pero su reacción cambió al tocarlas:

“Estas coño crías…”, murmuró, pero quedó mudo al sentir su rigidez.

También Pepe Díez, testigo frecuente de las apariciones, comentó algo parecido. En su intento por proteger a las niñas de la multitud que a veces las rodeaba con demasiada efusividad, llegó a tocarlas en varias ocasiones. Su testimonio es elocuente:

“Muchas veces las toqué… no con mala intención, sino en barullos o avalanchas de personas… Es donde notaba una cosa muy extraordinaria, tan extraordinaria que no parecía carne, no parecía una persona humana, parecía, digamos, un bloque, o sea, una cosa rígida… no sé… muy difícil explicarle”.

El rostro transformado por la presencia celestial

Pero no solo el cuerpo parecía cambiar. Varios testigos describieron también un cambio profundo en el rostro de las niñas cuando entraban en contacto con la Virgen. María J. Juliani, una de las observadoras más cercanas, lo relató con gran emoción:

“La carita que se les ponía… estaban tranquilamente jugando, hablando, y cuando les llamaba la Virgen, era una cosa especial. «Nos vamos», «nos llama», decían, ¡y les cambiaba la carita! Se les ponía esa sonrisa de bondad, esa sonrisa inocente, blanca, una cosa, una cosa ¡que no se puede explicar! Es una carita especial, una cara no sé cómo, como transformada, que te llegaba hasta el alma”.

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