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La Virgen en Garabandal

La primera vez que la Virgen María se apareció en San Sebastián de Garabandal fue el domingo 2 de julio de 1961. Ese día, las cuatro niñas videntes —Conchita, Mari Loli, Jacinta y Mari Cruz— caminaron entre una multitud que crecía cada vez más, donde incluso se encontraban miembros de la Comisión episcopal. Al llegar a la Calleja, el lugar donde días antes se les venía apareciendo el arcángel San Miguel, cayeron de rodillas y exclamaron con emoción: “¡La Virgen!”

En éxtasis, con la mirada fija en el cielo y sonrisas en sus rostros, las niñas hablaban con voz muy tenue, casi imperceptible, como si mantuvieran una conversación íntima. Sus rostros palidecían, pero con una belleza sobrecogedora.

Más tarde, Conchita dejó por escrito ese momento:

“Sin llegar allá se nos apareció la Virgen con un Ángel a cada lado. Venían con Ella dos Ángeles, uno era San Miguel; el otro, no sabemos. Venía vestido igual que San Miguel: parecían mellizos (…) Al lado del Ángel de la derecha, a la altura de la Virgen, veíamos un ojo de una estatura grande; parecía el ojo de Dios.”

Las niñas decían ver a la Virgen envuelta en una gran luz, con un triángulo equilátero que enmarcaba ese misterioso ojo, símbolo de la presencia divina.

Todas coincidían en que la Virgen aparentaba unos 17 años, era alta y su voz, dulce y melodiosa, era completamente inconfundible. Conchita también dejó constancia de su apariencia:

“La Virgen viene con un vestido blanco, manto azul, corona de estrellas doradas, no se le ven los pies, las manos estiradas con el escapulario en la derecha, el escapulario es marrón, el pelo largo color castaño oscuro, ondulado, la raya en el medio, la cara alargada, la nariz alargada y fina, la boca muy bonita con los labios un poquito gruesos, el color de la cara es trigueño, más claro que el del Ángel, diferente a la vez, muy bonita… una voz muy rara, no sé explicarla. No hay ninguna mujer que se parezca a la Virgen, ni en la voz ni en nada”.

Aquel día, las niñas hablaron largo rato con la Virgen. Conchita relató luego en su diario:

“No lo creían porque decían que cómo la Virgen iba a hablar tanto pues le contamos muchas cosas. Pero la mayoría sí creía porque decían que era como una Madre que hace mucho que no la ve su hija y le cuenta todo. Con mayor razón nosotras que no la habíamos visto nunca y además ¡era nuestra Madre del cielo!”.

Desde aquella primera aparición, el trato de la Virgen fue siempre dulce y maternal. Con una delicadeza celestial, fue educando a las niñas en el amor, la obediencia y el detalle, preparándolas, poco a poco, para la misión que les estaba confiando.

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