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Lucía: la guardiana de los recuerdos

“No existíamos, solo la Virgen” (Lucía, 2024)

En Garabandal hay un lugar que se ha convertido en parada obligatoria para quienes llegan con el corazón abierto: la Posada Nuestra Señora del Carmen. Allí vive y recibe a los peregrinos Lucía, prima de Conchita González, una de las cuatro niñas videntes de las apariciones marianas ocurridas entre 1961 y 1965.

Lucía no solo ofrece alojamiento, sino también algo mucho más valioso: su memoria. Porque ella estuvo allí, en primera fila, cuando sucedió lo que aún hoy sigue fascinando al mundo entero.

Al recordar aquellos días, Lucía describe con asombro cómo las niñas quedaban totalmente absortas en sus éxtasis.

“No existíamos para nada en ese momento, solamente entre ellas, entre ellas y lo que veían… podían estar una hora, dos, las que fueran, a cualquier hora de la noche.”

Lo sorprendente, añade, era que al día siguiente seguían con su vida normal: madrugaban, trabajaban en el campo, ayudaban en sus casas… sin mostrar señales de cansancio. También recuerda que la Virgen se mostraba cercana y paciente, enseñando a las niñas a rezar despacio, a ser obedientes con sus padres, a esforzarse en ser mejores personas.

Mientras tanto, el pequeño pueblo comenzó a llenarse de visitantes:

“Empezaba a venir muchísima gente, de todas las nacionalidades… las calles estaban tremendamente repletas.”

Milagros increíbles

Uno de los momentos que más vivamente conserva en su memoria es el milagro de la comunión visible del 18 de julio. Lucía estaba allí, acompañando a Conchita en su casa:

“Recuerdo que buscaba una cruz y no la encontraba, pero en éxtasis lo hallaba todo enseguida. Bajó las escaleras y, llegando a la vuelta de la calle, sucedió el milagro de la comunión… lo vieron unos pocos y quedó fotografiado.”

Otra de las cosas que desconciertan a Lucía es cómo las videntes parecían conocer los pensamientos de las personas. Como aquella vez con el padre Andreu, que bajaba de los Pinos dudando de las apariciones, y antes de que dijera una palabra, Conchita lo desarmó:

“Padre, ya sé lo que le ha pasado. Cuando venía bajando iba dudando.”

O cuando en medio de multitudes, en éxtasis, las niñas entregaban una cruz o una comunión solo a la persona indicada. O como el caso de la escritora Mercedes Salisachs, que había perdido a su hijo Miguel. Desesperada, buscaba a las niñas para preguntar a la Virgen dónde estaba su hijo. Fue Loli quien, en plena visión, le dio la respuesta inesperada:

“Aquí en este momento está la Virgen, te está escuchando y dice que tu hijo Miguel está en el cielo.”

Pero Mercedes nunca había mencionado el nombre de su hijo.

Además de lo extraordinario, Lucía no olvida la vida sencilla y dura de Garabandal en aquellos años:

“Esto era como el tercer mundo, peor. Se comía lo justo, había pocas vacas, poco terreno… pero la gente era muy rezadora y se dejaba la vida en la Iglesia.”

Con el paso de los años, lo que más impresiona a Lucía es la actualidad de los mensajes de la Virgen:

“En aquel entonces chocaron un poco… pero cada vez se ven más actuales, más se cumplen, y no envejecen nunca.”

Hoy, Lucía recibe a los visitantes con la misma sencillez que la caracteriza desde niña. Quien se aloja en su posada no solo encuentra descanso, sino también el privilegio de escuchar la historia viva de Garabandal contada por alguien que estuvo allí.

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