El primer testigo revelado: ciencia y fe en los ojos de la virgen de Guadalupe
Autor: Arias Daiana
En los años setenta, un ingeniero peruano llamado José Aste Tonsmann decidió aplicar las mismas técnicas que usaba la NASA para fotografiar la Luna y los planetas… al estudio de la tilma de Juan Diego. Lo que parecía un sueño imposible —ver con claridad algo en unos ojos pintados de apenas siete milímetros de diámetro— se convirtió en una aventura científica sin precedentes.
La clave estaba en un método revolucionario para la época: la digitalización de imágenes. El procedimiento consistía en descomponer una fotografía en miles de puntitos, y a cada punto asignarle un número según su grado de oscuridad o claridad. Así, la imagen dejaba de ser un dibujo para convertirse en una enorme tabla de datos que las computadoras podían procesar. Con esa información, era posible reconstruir la imagen en pantalla y, sobre todo, ampliarla miles de veces sin perder fidelidad.
Tonsmann trabajaba entonces con un microdensitómetro Perkin-Elmer PDS, conectado a ordenadores IBM, la misma tecnología con la que la NASA recibía imágenes de planetas enviadas por sus sondas. Para comprobar su utilidad en el terreno terrestre, empezó con algo simple: digitalizó la foto del carnet de identidad del periodista Benitez . El resultado fue asombroso: la máquina convirtió cada punto en cifras, acumulando 263 160 datos numéricos que luego aparecieron en la pantalla como la cara ampliada del reportero. El proceso permitía ver detalles invisibles al ojo humano: pliegues de la piel, reflejos, trazos mínimos que parecían perderse en el papel fotográfico.
Este tipo de tecnología tenía aplicaciones muy diversas: el atlas biológico de Veracruz con más de 20 000 plantas, el estudio de la oncocercosis a través de microscopía electrónica, o incluso la incipiente tomografía por emisión de positrones para observar la actividad cerebral. No era, pues, un capricho religioso: era ciencia de frontera aplicada a distintos campos.
Cuando José Aste Tonsmann aplicó por primera vez la digitalización a los ojos de la Virgen de Guadalupe, lo que apareció en la pantalla lo dejó sin palabras: en la córnea, aumentada cientos de veces, surgía la silueta de un indígena arrodillado. Era la primera vez que la ciencia lograba “extraer” una figura humana de esos pequeños milímetros pintados en la tilma. Lo que antes parecía un simple reflejo oscuro, con la tecnología adquiría contornos definidos: cabello largo, facciones indígenas.
Con el paso del tiempo, más y más personas acudieron a ver las imágenes ampliadas. Algunos aseguraban distinguir no solo al indio, sino también a otras figuras en torno a él, como si la escena entera de la revelación hubiera quedado “fotografiada” en las pupilas de la Virgen. Para la gente común aquello era un milagro tangible; para los investigadores, un misterio que desafiaba toda lógica. Lo cierto es que, desde esos primeros hallazgos, los ojos del ayate dejaron de ser simples manchas de pintura y se convirtieron en un campo de estudio donde ciencia y fe parecían encontrarse frente a frente.
Segundo hallazgo: el “hombre barbudo”
El segundo personaje identificado fue un hombre de facciones europeas, situado en la porción interna del ojo derecho, cercana al lagrimal. Aunque ya había sido señalado anteriormente por el oftalmólogo Javier Torija y el fotógrafo Carlos Marcué, las ampliaciones digitales confirmaron su presencia con mayor precisión.
Características principales:
- Rasgos europeos, posiblemente de un sacerdote o noble español.
- Actitud contemplativa, con la mano derecha acariciando su barba (dedo pulgar oculto en ella).
- Se distinguen hombro, brazo y antebrazo.
- Mayor nitidez en el ojo derecho que en el izquierdo.
Este hallazgo fue confirmado, además, por la detección clara de la triple imagen de Purkinje-Samson, fenómeno óptico característico de ojos vivos, lo que constituye un elemento de gran relevancia científica.
Tercer hallazgo: el anciano (posible Zumárraga)
La tercera figura identificada correspondió a un anciano calvo, con tonsura y barba cana. En una primera observación, Tonsmann pensó que se trataba de una calavera; sin embargo, la aplicación de filtros reveló un rostro envejecido, con rasgos compatibles con la figura de fray Juan de Zumárraga, primer obispo de México, tal como fue pintado en el siglo XVIII por Miguel Cabrera.
Características anatómicas (según especialistas médicos):
- Edad estimada: 80–90 años.
- Frente amplia, arcos superciliares prominentes, nariz recta y desarrollada.
- Ausencia de dentadura, encías retraídas, carrillos hundidos.
- Cabello en forma de tonsura franciscana.
- Gesto inexpresivo, propio de ancianos con rigidez facial.
El hallazgo fue cotejado con retratos pictóricos del obispo, mostrando una semejanza notable.
Cuarto hallazgo: el indio con tilma (posible Juan Diego)
Siguiendo la lógica de la escena, Tonsmann buscó en la zona frente al supuesto obispo y halló la figura de un hombre de rasgos indígenas:
- Pómulos prominentes, nariz aguileña.
- Escasa barba y bigote.
- Sombrero cónico (cucurucho).
- Lleva un ayate anudado al cuello, con el brazo extendido bajo la tilma, como mostrándola al anciano.
- Labios entreabiertos, en actitud de diálogo o proclamación.
Aunque no se detectó ninguna imagen o flores sobre la tilma, la posición sugiere que podría representar al vidente Juan Diego. En el ojo izquierdo aparece de cuerpo entero; en el derecho, sólo su rostro.
Un hecho insólito fue el hallazgo de otra figura dentro del ojo del propio indio: un rostro de nariz aguileña y ojos semiabiertos, cuya identificación sigue siendo enigmática.
Quinto hallazgo: la mujer negra
Detrás del indio Juan Diego aparece un rostro femenino de rasgos negroides:
- Nariz ancha y achatada.
- Labios gruesos.
- Tez oscura.
- Cabeza cubierta con un turbante.
En un inicio, la presencia de esta figura parecía anacrónica. Sin embargo, la revisión de fuentes históricas reveló que fray Juan de Zumárraga poseía esclavos africanos, a quienes liberó en su testamento. Este dato corroboró la posibilidad histórica de su aparición en la escena.
Sexto hallazgo: el “traductor” (posible Juan González)
En proximidad al anciano-obispo se distingue la figura de un hombre joven, con rasgos más difusos:
- Frente estrecha, mirada frontal, rasgos europeos.
- Interpretado como el intérprete de Zumárraga, históricamente identificado como Juan González, quien dominaba tanto el náhuatl como el castellano.
Repetición binocular y significancia científica
Tonsmann destacó un hecho clave: todas las figuras aparecen tanto en el ojo izquierdo como en el derecho, aunque con diferencias de tamaño y luminosidad. La repetición de escenas en ambos ojos descarta la hipótesis de azar o pareidolia, otorgando solidez al carácter objetivo de los hallazgos.
El «grupo familiar indígena», el hallazgo más desconcertante
Según relata Tonsmann, uno de los descubrimientos más llamativos es lo que él denomina «el grupo familiar indígena». En pleno centro de ambas pupilas aparece, con una nitidez desconcertante, una joven de finos rasgos que luce un tocado adornado con un círculo y lleva a su espalda un bebé sostenido por un rebozo, tal como aún acostumbran muchas mujeres indígenas. Junto a ella, un hombre con sombrero, unos niños y otra pareja parecen contemplar la escena.
El científico subraya que este conjunto de figuras no guarda relación aparente con las demás imágenes presentes en los ojos de la Virgen y que, por su ubicación en el centro de ambas pupilas, podría constituir un «mensaje» dirigido al hombre del siglo XX, al que solo ahora la tecnología ha permitido descifrar.
Tecnología aplicada al misterio
Para asegurarse de que no se trataba de simples manchas o ilusiones ópticas, Tonsmann desarrolló programas especiales de “filtros de comprobación” que eliminan puntos aislados y resaltan cuerpos y figuras. «Ahí ve usted al indio sentado», señala el doctor en una de sus demostraciones. Este método, aplicado tanto al ojo izquierdo como al derecho, confirmó la repetición de las mismas imágenes en ambos ojos, aunque con variaciones en iluminación, volumen y ángulo, algo que el investigador atribuye a efectos de visión estereoscópica.
Para verificar la correspondencia exacta entre ambos ojos, Tonsmann creó lo que denomina “mapeo”, un sistema de coordenadas inspirado en mapas geográficos. Con esta técnica logró localizar las mismas figuras en posiciones equivalentes en ambos ojos, reforzando así la hipótesis de que se trata de imágenes reales y no de artefactos visuales.
Más allá de las figuras humanas
El investigador reconoce que, además de personas, ha identificado lo que parecen ser utensilios o muebles. Uno de ellos, ubicado junto al «indio sentado», le recuerda un recipiente esférico con cuello, semejante a un ánfora. Otro, de patas visibles, podría ser un mueble, aunque hasta ahora no ha podido precisarlo. Tonsmann explica que, a diferencia de los rostros humanos, los objetos cambian con el tiempo y las culturas, lo que dificulta su identificación.
Fe y ciencia
A pesar de su formación científica, Tonsmann confiesa sin titubeos que es católico y que cree en los milagros. Para él, ciencia y fe no son posiciones antagónicas. «Hay muchos hechos que la ciencia no puede explicar aún. Y éste puede ser uno de ellos», afirma. El hallazgo, que comenzó como un simple hobby, ha transformado profundamente su vida y su visión del mundo.
El periodista Benitez que recoge su testimonio reconoce haber sido «tocado» por el misterio, pese a su papel de mero transmisor de la noticia. Ambos coinciden en que la tecnología seguirá avanzando y que aún quedan imágenes por descubrir en el ayate, especialmente en aquellas zonas donde las limitaciones de los tonos grises impiden ver con claridad.

A la izquierda, la figura del supuesto indio Juan Diego, tal y como fue descubierta por el profesor Tonsmann (ha sido perfilada por el propio científico–

Y otra sorpresa desconcertante: en el ojo del indio se ve una segunda figura; otro cráneo (imagen de la derecha). ¿A quién pertenece? Los misterios se suceden sin cesar en la tilma mexicana.

Según expertos en pintura, las figuras sí guardan proporción entre sí, excepción hecha del «grupo familiar»

| El grupo familiar, previamente silueteado por Tonsmann. La mujer parece llevar un niño a la espalda, al estilo indio. Delante se aprecia también a otro niño. Frente a la joven, un hombre con sombrero. |
FUENTE
Benítez, J. J. (1982). El misterio de Guadalupe: Sensacionales descubrimientos en los ojos de la Virgen mexicana (pp. 153–185). Editorial Planeta.