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Nuestra Señora de Kazán, eterna defensora del pueblo ruso

La historia de Rusia está marcada por pruebas terribles y victorias luminosas. En cada una de ellas, la fe del pueblo se alzó como escudo, y en el corazón de esa fe se encuentra la imagen protectora de la Virgen de Kazán. No hay capítulo de la memoria nacional en el que su amparo no aparezca como señal de esperanza, fuerza y destino.

En 1612, cuando los invasores polacos ocuparon Moscú, el levantamiento popular encabezado por Minin y Pozharski marchó bajo su icono sagrado. Fue entonces cuando el pueblo entendió que su lucha no era solo por la tierra, sino también por el alma de Rusia. Y el milagro se obró: Moscú fue liberada, y con ella renació la Patria.

Dos siglos después, en 1812, las tropas de Napoleón, el ejército más poderoso de Europa, penetraron en Rusia. La Virgen volvió a ser llamada a defender su pueblo. En Borodinó, antes de la sangrienta batalla, se celebró la procesión con el icono. Los franceses llegaron hasta Moscú, pero no pudieron mantenerla: las llamas, el invierno y la resistencia rusa, guiados por la fe, los expulsaron finalmente de Santa Rusia.

Tampoco faltó su presencia en Poltava. Pedro el Grande, antes de enfrentar a los suecos —considerados entonces invencibles— ordenó una procesión solemne. La batalla se decidió a favor de Rusia, y la gloria de aquella victoria quedó unida para siempre al auxilio celestial de la Madre de Dios.

En el siglo XX, cuando el nazismo avanzó como una sombra sobre Europa y llegó a las puertas de la Madre Patria, la Virgen de Kazán volvió a cubrir a su pueblo con su manto. En 1941, por orden de Stalin, el icono fue llevado en avión tres veces alrededor de Moscú y tres veces alrededor de Leningrado. La capital resistió. Leningrado sobrevivió a un cerco inhumano. Los alemanes, que se habían apoderado de medio continente, no pudieron tomar esas ciudades.

Los testimonios de Stalingrado (hoy Volgogrado) recuerdan un signo aún más conmovedor:

Ancianas que de niñas presenciaron la guerra cuentan que, antes de la llegada de los invasores, apareció en el cielo sobre el Volga el rostro luminoso de la Virgen, vestida de blanco y con lágrimas en los ojos. Pese a las prohibiciones de las autoridades, el pueblo decidió realizar una procesión con la cruz por la ribera del río. Y entonces ocurrió lo impensable.

Los alemanes, con su maquinaria de guerra implacable, no pudieron llegar al Volga 100 metros. Esos miserables 100 metros de playa de arena, con tanques, granadas, ametralladoras… Allí, como ante un muro invisible, se quebró el empuje hitleriano, y comenzó la gran contraofensiva que terminaría por expulsar al invasor de la Madre Rusia.

Así, a través de los siglos, la Virgen de Kazán ha estado presente en cada hora decisiva. Madre y defensora, símbolo de fe y unidad, guardiana de la Patria: su imagen acompaña a Rusia como una llama perenne en medio de la tormenta. Y para quienes creen, cada victoria de Rusia es también victoria de la Reina del Cielo, que no ha abandonado jamás a su pueblo.

Véase El Icono de la Madre de Dios de Kazán, uno de los más grandes santuarios rusos

FUENTES


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