La Mediación de María en el Vía Crucis según San Josemaría Escrivá Balaguer
Por: Elidé Marisel Rojas
En el Vía Crucis de san Josemaría Escrivá Balaguer, la mediación de María se refleja en la profundidad de su sufrimiento y en su papel de acompañante fiel del sacrificio de su Hijo. En la cuarta estación, Jesús encuentra a María, su Santísima Madre, el autor describe el dolor compartido entre ambos:
“Con inmenso amor mira María a Jesús, y Jesús mira a su Madre; sus ojos se encuentran, y cada corazón vierte en el otro su propio dolor” (Escrivá, 1981). Aquí se muestra cómo el sufrimiento de María no solo es físico, sino también espiritual, ya que su corazón se une al de Jesús en su Pasión.
Escrivá resalta el dolor inhumano de María al ser testigo de la tortura de su Hijo:
“El alma de María queda anegada en amargura, en la amargura de Jesucristo” (Escrivá, 1981). La figura de María no es solo la de una madre que presencia el sufrimiento de su Hijo, sino la de una mujer que, en su dolor, se convierte en mediadora entre la humanidad y Dios. La profecía de Simeón se cumple: “Una espada traspasará tu alma”(Lc 2,35), mostrando el sufrimiento profundo de María al aceptar la voluntad divina.
El autor destaca la importancia de la aceptación de la voluntad de Dios, como lo hizo María en ese momento:
“En la oscura soledad de la Pasión, Nuestra Señora ofrece a su Hijo un bálsamo de ternura, de unión, de fidelidad; un sí a la voluntad divina” (Escrivá, 1981). Este “sí” de María refleja su mediación y su papel crucial en la redención, ya que su sufrimiento y aceptación se convierten en un instrumento de salvación para toda la humanidad.
La mediación de María no solo se manifiesta en su dolor, sino también en su constante intercesión por nosotros, enseñándonos a aceptar la voluntad de Dios con fe y esperanza.