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El ángel se deja ver

Por: María Emilia Zuchelli

En la tranquila tarde del 18 de junio de 1961, algo increíble ocurrió. Cuatro niñas humildes, de entre 10 y 11 años, paseaban por el pequeño pueblo de San Sebastián de Garabandal. Habían estado tomando manzanas del árbol del su profesor, casi al final del pueblo, justo donde comienza un empinado y pedregoso camino conocido como “La Calleja”.

Riendo y compartiendo la emoción de su pequeña travesura, corrieron monte arriba, si imaginar que aquel día marcaría sus vidas para siempre. Mientras disfrutaban de las manzanas robadas, un estruendo repentino estremeció el aire. El cielo, sin embargo, estaba completamente despejado.

Las niñas, asustadas y culpables por lo que habían hecho, comenzaron a lamentarse por sus acciones. Fue entonces que sucedió lo inesperado. Conchita, una de ellas, cayó de rodillas, inmóvil. Sus amigas pensaron que algo malo le ocurría, pero ates de correr por ayuda, también ellas cayeron de rodillas, como atraídas por una fuerza invisible.

Ante sus ojos, apareció un Ángel. No habló, y ellas tampoco se atrevieron a pronunciar palabra.

Cuando el éxtasis terminó, se miraron confundidas, emocionadas, temerosas. No entendían lo que acababa de suceder. Sin pensarlo, corrieron a refugiarse a la Iglesia del pueblo.

Ese momento fue el principio de todo. El comienzo de una serie de acontecimientos extraordinarios que cambiarían no solo sus vidas, sino las de miles de personas alrededor del mundo.

No fue sino hasta el primero de julio que el arcángel San Miguel les habló y les dijo: “Sabéis por qué he venido? Para anunciaros que mañana, domingo, la Virgen María se os aparecerá como Nuestra Señora del Carmen”.

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