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El Mensajero del Cielo en Fátima: cuando un Ángel preparó a tres niños para un milagro

Por: Arias Daiana

En los silenciosos campos de Aljustrel, una pequeña aldea escondida entre las sierras de Aire, en Portugal, tres niños pastores fueron testigos de una experiencia que cambiaría el rumbo espiritual del siglo XX. Antes de que la Virgen María se apareciera en Fátima en 1917, un Ángel —el llamado “Ángel de la Paz”— se manifestó tres veces ante Lucía, Francisco y Jacinta, preparándolos para recibir los mensajes del Cielo.

Lucía dos Santos, de apenas ocho años, fue la primera en verlo en 1915. Mientras rezaba el rosario con unas amigas, una figura luminosa, “más blanca que la nieve y en forma humana”, se posó sobre los árboles. Aquella visión dejó una profunda huella, aunque los niños no comprendieron del todo lo que habían presenciado. Un año más tarde, el Ángel volvería, ahora identificado como el Ángel de Portugal, para enseñarles una oración y una misión: ofrecer sacrificios y oraciones por la conversión de los pecadores.

La tercera y última aparición fue la más sobrecogedora. El Ángel apareció con un cáliz y una hostia de la que caían gotas de sangre, signo claro del sacrificio eucarístico. Dio la comunión a los tres niños, invitándolos a reparar los ultrajes cometidos contra Dios. Fue un momento tan profundo que los pequeños quedaron “envueltos en la presencia divina”, incapaces de hablar o moverse, según recordó Lucía años después.

Este capítulo inicial de la historia de Fátima revela que, antes de las célebres apariciones de la Virgen, un mensajero celestial preparó los corazones de tres humildes pastores para una misión universal de oración y reparación. En la sencillez de unos niños, el Cielo encontró un eco de pureza y fe que resonaría en el mundo entero.

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