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La Cuarta Aparición de Fátima: cuando el alcalde intentó silenciar a los pastorcitos

Por: Rafaela Randello

Fátima, Portugal — agosto de 1917.
El clima de tensión en torno a las apariciones de la Virgen en Cova da Iría había crecido con cada mes. La fama de los tres pequeños videntes —Lucía dos Santos y sus primos Jacinta y Francisco Marto— se había extendido por toda la región, atrayendo multitudes que acudían el día 13 de cada mes para presenciar el fenómeno. Pero aquel agosto, algo interrumpiría la cita celestial: la intervención de las autoridades civiles.

El alcalde interviene

En Vila Nova de Ourém, el alcalde, Artur Oliveira Santos, un hombre abiertamente anticlerical y escéptico, había decidido poner fin a lo que consideraba una “superchería peligrosa”. Alarmado por el creciente fervor popular y la presencia de peregrinos, temía disturbios y buscaba desacreditar a los niños.

El 13 de agosto, cuando Lucía, Jacinta y Francisco se disponían a dirigirse a la Cova da Iría, fueron interceptados bajo pretexto de ser llevados a declarar. En lugar de eso, el alcalde los condujo hasta su residencia y posteriormente los encarceló, intentando arrancarles el “secreto” que la Señora les había confiado en julio.

La multitud espera en vano

Mientras tanto, miles de personas se congregaban en el lugar de las apariciones, sin saber que los niños estaban detenidos. Según testigos, el sol perdió su resplandor por un momento, una nube blanca descendió sobre la encina y se escuchó un murmullo como el de una abeja dentro de un cántaro. Algunos interpretaron aquello como una señal de que la Virgen había venido igualmente, aun sin la presencia de los pastorcitos.

El silencio y la decepción se mezclaron entre los fieles. Muchos comenzaron a rezar el Rosario, convencidos de que Nuestra Señora no los había abandonado, sino que manifestaba su presencia de otro modo.

Los niños bajo presión

En la casa del alcalde, los pequeños fueron interrogados con dureza. Lucía, apenas de diez años, mantuvo la calma, negándose a revelar el secreto confiado por la Virgen. Las amenazas no tardaron en llegar: el alcalde los llevó luego a la cárcel local, mezclándolos con presos adultos para intimidarlos.

Los niños, sin embargo, conservaron una serenidad sorprendente. Rezaron juntos el Rosario y animaron a los demás prisioneros a acompañarlos. “Recemos por aquellos que no creen”, habría dicho Francisco. Su fe inquebrantable conmovió incluso a los reclusos, que los defendieron de los guardias y compartieron con ellos su comida.

Una promesa celestial cumplida

Tres días después, el 15 de agosto —día de la Asunción de la Virgen— el alcalde, presionado por el descontento popular, se vio obligado a liberar a los niños. Ese mismo día, o poco después, la Virgen se les apareció nuevamente, esta vez en un lugar llamado Valinhos, cercano a su aldea.

Allí, la Señora repitió su pedido de rezar el Rosario todos los días y prometió que en octubre haría el milagro anunciado “para que todos crean”. Les pidió además que ofrecieran sacrificios por los pecadores y les aseguró que “Dios está contento con vuestra constancia, pero no quiere que falten a la cita del 13”.

El desafío del poder humano frente a lo divino

El episodio marcó un punto de inflexión en las apariciones de Fátima. A partir de entonces, el mensaje de la Virgen no solo se vinculó a la conversión y la oración, sino también al valor de la fidelidad ante la persecución.

El intento del alcalde de Ourém por silenciar a los niños terminó reforzando la devoción popular. Aquellos pequeños, con su fe sencilla e inquebrantable, se habían enfrentado a la autoridad del Estado sin ceder, y la historia de su valentía se convirtió en uno de los capítulos más recordados de Fátima.

FUENTE


de Marchi, J. (2018, febrero). La verdadera historia de Fátima (versión en español) (pp. 32–40) [PDF]. Fatima.org. https://fatima.org/wp-content/uploads/2018/02/True-Story-of-Fatima-Span.pdf

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