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Lo que esconde el imponente santuario de Fátima: el valor de una humilde familia amenazada por el poder y los atentados terroristas.

Autor: Arias Daiana

Después del 13 de octubre de 1917, Cova da Iría nunca volvió a ser la misma. Aquel campo silencioso se convirtió en un lugar de peregrinación constante. Hombres y mujeres de todas partes, muchos de ellos caminando largas leguas bajo la lluvia, movidos por la fe o la curiosidad se arrodillaban al pie de la encina. Aquí sólo se lloraba y se rezaba a Nuestra Señora, y cuando se reunía mucha gente se cantaban los hermosos cantos de la Iglesia. Venían a pedir milagros y Ella siempre oía a todos”, recordaba María de Caphelina, protagonista clave de nuestra historia.

Desde los primeros meses, los fieles comenzaron a dejar ofrendas de dinero y legumbres en señal de agradecimiento. Sin embargo, la multitud era tanta que, en una de las reuniones, todo fue pisoteado. Fue aqui que María da Capelinha, una pobre habitante del pueblo, decidió recoger las ofrendas y guardarlas para su custodia. Intentó entregarlas a los padres de los pastorcitos, pero ninguno quiso aceptarlas. Además el párroco local le pidió que guardara el dinero “hasta que se viera qué hacer con él”. Gracias a María y su honestidad, los pobladores de la zona decidieron construir una capilla en honor de la Virgen.

Pero las autoridades civiles se opusieron, y los representantes de la Iglesia, cautelosos, no defendieron la iniciativa. Al mismo tiempo atacaron a quien sostenía con su responsabilidad la iniciativa: María da Capelinha fue acusada de guardar el dinero para su propio beneficio. Su marido fue citado ante el juez.

Sin embargo lejos de apagar la devoción, el conflicto y las falsas acusaciones, avivaron aún más la firme decisión de los pobladores de construir la capilla. El padre de Lucía donó un terreno y en apenas un mes con el dinero ahorrado y el esfuerzo de los pobladores levantaron una pequeña capilla en el mismo lugar donde habían tenido lugar las apariciones.

Con la capilla terminada, surgió la idea de colocar una imagen de la Virgen en su interior. La propuesta entusiasmó al pueblo, que preparó una procesión para su bendición. Pero el gobierno mandó un destacamento de hombres armados para impedir la procesión. También fracasó este ataque. Una fuerte tormenta dispersó a los guardias. La imagen logró ser llevada a la iglesia, bendecida y luego escondida por temor a que fuera robada. La fe del pueblo encontró su camino.


Sin embargo el el peligro era real: durante meses, la imagen permanecía en la capilla de día pero de noche María da Capelinha y su esposo guardaban la imagen en su casa para protegerla.

Sus temores se confirmaron: el 6 de marzo de 1922 dos bombas explotaron en Cova da Iría. Una destruyó el techo de la capilla; la otra, colocada junto a la encina, no llegó a estallar.

Por orden del obispo, las reparaciones se suspendieron, y la imagen permaneció temporalmente en casa de los Carreira (María da Capelinha y su marido), donde los fieles seguían acudiendo a rezar. “Siempre había aquí gente —contaba Maria de Capelinha, la señora Carreira— y Nuestra Señora siempre los atendía (link). Esto hacía crecer la devoción”.

El 13 de mayo siguiente, sin andas ni ceremonia, los devotos llevaron de nuevo la imagen a Cova da Iría, caminando y rezando durante horas. Aquel gesto sencillo se transformó con el tiempo en una peregrinación anual. En 1923, como respuesta al atentado, más de sesenta mil personas acudieron al lugar para rendir homenaje a la Virgen y reparar la ofensa.

Hoy, el paisaje árido donde Lucía, Francisco y Jacinta pastaban sus ovejas es irreconocible. Allí se levanta un inmenso santuario de 300 metros de longitud, un hospital, un convento y una casa de retiro.

La pequeña capilla aún se conserva, humilde y blanca, como testigo del sacrificio y la pobreza de los comienzos. Lo que empezó con una encina, unas oraciones y un puñado de monedas recogidas por una campesina se convirtió, con el paso de los años, en uno de los centros de fe más visitados del mundo. Testimonio de los frutos de la fidelidad a la Virgen María de un pueblo humilde y pobre frente a los poderosos y la persecución.

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