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El enigma vasco del anciano del Tepeyac: análisis antropológico del rostro revelado por A. Aste Tonsmann

Autor: Arias Daiana

Introducción

Entre las múltiples figuras detectadas por el ingeniero José Aste Tonsmann en las ampliaciones computarizadas de la imagen guadalupana, destaca la cabeza de un anciano de barba escasa y rostro alargado. Según el propio investigador, dicho perfil podría corresponder al del primer obispo de México, fray Juan de Zumárraga.
La audaz conjetura de Tonsmann —“ese perfil podría ser el de un vasco”— motivó una verificación antropológica in situ en el País Vasco, región que conserva una de las poblaciones más homogéneas de Europa desde el punto de vista genético y morfológico.

El presente trabajo sintetiza las conclusiones de esa indagación, llevada a cabo mediante consultas a especialistas y revisión de fuentes antropológicas clásicas, con el fin de determinar la plausibilidad científica del origen vasco del rostro representado en la tilma guadalupana.

Metodología y fuentes consultadas

Para la comprobación empírica de la hipótesis, se procedió a mostrar la imagen ampliada del “anciano” a reconocidos antropólogos vascos, entre ellos los doctores José Miguel de Barandiarán y Telesforo de Basabe, en universidades y centros de investigación de Bilbao, Vitoria, Ataún y Pamplona.
El análisis se basó en la observación morfológica del perfil facial y craneal, considerando tres parámetros principales:

  1. Altura de la bóveda craneal.
  2. Proyección nasal (leptorrinia).
  3. Forma facial general (alargada, con mentón apuntado).

De manera complementaria, se revisaron los estudios clásicos sobre la antropología física vasca, entre ellos los de Quatrefages (Souvenirs d’un naturaliste) y Collignon, así como las clasificaciones raciales de Víctor Jacques y Deniker.

Resultados: coincidencias morfológicas con el tipo vasco

Los especialistas coincidieron en que, si bien un solo perfil no basta para establecer con certeza la pertenencia racial, la imagen mostraba tres rasgos típicos compatibles con el fenotipo vasco:

  • bóveda craneal moderadamente baja;
  • nariz prominente y aguileña;
  • rostro alargado con mentón puntiagudo.

El doctor Collignon, en sus estudios craneométricos, describía al vasco como poseedor de una cabeza “subbraquicéfala” con índice cefálico de 83.02, muy alargada antero-posteriormente, y de rostro estrecho que se afina hacia un mentón agudo, a menudo denominado “cara de liebre”.
Otros autores, como Hervé, Deniker, Vallois y Aranzadi, confirmaron estas características: frente alta y recta, glabela sin relieve, raíz nasal hundida y nariz leptorrina.

En la imagen de Tonsmann, el antropólogo Basabe identificó, además, signos de edad avanzada y morfología varonil: barba rala, arcos superciliares marcados, ojos hundidos y mentón retraído. Sugirió incluso una posible falta de dentición, algo común en individuos de edad senescente y, según sus propias palabras, “frecuente en la raza vasca, una de las de peor dentición en España”.

Basabe clasificó al individuo dentro del tipo “Pirenaico-Occidental”, denominación introducida por Víctor Jacques para referirse al subgrupo más representativo del tronco éuscaro.

Discusión: correlación histórica y biográfica

El retrato obtenido por Tonsmann coincide notablemente con las descripciones conocidas de fray Juan de Zumárraga, nacido en Vizcaya y nombrado primer obispo de México en 1527. En 1531 —año del acontecimiento guadalupano— Zumárraga contaba aproximadamente 63 años, lo cual se ajusta a la apariencia senescente del “anciano” observado por los antropólogos.

Diversas fuentes históricas, entre ellas las de Alfonso Trueba, señalan que el prelado sufría dolencias renales y un profundo agotamiento físico y moral derivado de los conflictos con la Primera Audiencia colonial, presidida por Nuño de Guzmán. En su carta del 27 de agosto de 1529 a la emperatriz, Zumárraga denunciaba los abusos cometidos por los oidores Parada, Maldonado, Matienzo y, especialmente, Diego Delgadillo.
La necesidad de entregar esa misiva de forma secreta lo llevó a realizar un viaje a pie de 400 kilómetros hasta Veracruz, esfuerzo que debió afectar gravemente su salud. Esta circunstancia refuerza la hipótesis de que la expresión del anciano captada en la tilma refleja un rostro fatigado, acorde con la situación vital del obispo en aquellos años.

Conclusiones

El examen antropológico y documental de la figura del “anciano” en los ojos de la Virgen de Guadalupe permite afirmar que:

  • Los rasgos craneofaciales son compatibles con el fenotipo vasco, particularmente el tipo pirenaico-occidental.
  • La edad aparente, el sexo y la expresión general del rostro concuerdan con los datos históricos de fray Juan de Zumárraga.
  • La hipótesis de Aste Tonsmann se ve reforzada por la coherencia entre los resultados antropológicos y las evidencias biográficas.

En consecuencia, la posibilidad de que el rostro representado en la tilma corresponda efectivamente al obispo Zumárraga —vasco, de avanzada edad y profundamente atribulado en 1531— no puede ser descartada.
El hallazgo constituye un notable punto de convergencia entre la ciencia antropológica y la tradición guadalupana, revelando un nivel de detalle iconográfico que trasciende toda explicación puramente artística.

FUENTE


Benítez, J. J. (1982). El misterio de Guadalupe: Sensacionales descubrimientos en los ojos de la Virgen mexicana (pp. 207–210). Editorial Planeta.

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