Rafael Torija Lavoignet examina la tilma y declara una vitalidad inexplicable
En 1956, el cirujano mexicano, Rafael Torija Lavoignet, luego de conocer a Alfonso Marcué González, quien descubrió una extraña silueta en el ojo derecho de la imagen de la Virgen de Guadalupe, decidió examinar la tilma. Este encuentro despertó su interés profesional y lo llevó a realizar una observación directa de la imagen, de la cual obtuvo un resultado sorprendente, poniendo en cuestión las explicaciones científicas convencionales.
Su inquietud, motivada exclusivamente por su curiosidad profesional y sin pretensiones científicas previas, pudo concretarse en 1956, durante la apertura de la urna de la imagen con motivo de unos trabajos en el marco de oro. Marcué, que lo acompañaba, le preguntó si lograba distinguir la figura del hombre en el ojo derecho. El médico confesó que solo percibía reflejos y solicitó una lupa; gracias a este instrumento, logró ver con claridad la silueta. Intrigado por el hallazgo, regresó al día siguiente con un oftalmoscopio.
En su informe, relató lo siguiente:

“Al examinar de cerca los ojos de la Virgen, primero a simple vista y luego con una lupa, percibí lo que parecía ser un busto humano reflejado en la córnea de ambos ojos. Posteriormente, utilizando un oftalmoscopio durante cerca de una hora, confirmé que la imagen estaba presente en el mismo lugar donde normalmente se reflejaría en un ojo humano real.
Lo más extraordinario fue comprobar que, al dirigir la luz del instrumento, los ojos de la Virgen producían reflejos semejantes a los de un ojo vivo. Esto sería imposible en una superficie plana y opaca como una pintura sobre tela. Para asegurarme, repetí el experimento en otras pinturas y fotografías, y en ninguna se presentó tal fenómeno. Los ojos de la Virgen, en cambio, daban impresión de vitalidad.”
El informe de Rafael Torija Lavoignet expresaba que resultaba cada vez más evidente la presencia de algo extraordinario en la tilma que llevaba el indígena Juan Diego en 1531. Para el médico, las singulares características ópticas observadas no podían explicarse desde los parámetros físicos conocidos ni corresponder a una simple pintura sobre tela, lo que reforzaba la convicción de que la imagen manifestaba una vitalidad inexplicable, íntimamente vinculada al acontecimiento guadalupano y a la acción iluminadora de la Virgen.
FUENTE
- Libro “El misterio de la Virgen de Guadalupe” de J. J. Benitez, capítulo 11 “Sorpresa entre los medicos oculistas” en el apartado “No se trata de una ilusión obtica”.

