Estudio infrarrojo de Philip Callaghan y Smith en la tilma: Retos extremos y el “milagro técnico”
Este artículo continúa y amplía el estudio infrarrojo realizado sobre la tilma de la Virgen de Guadalupe. En particular, profundiza en los hallazgos presentados previamente en “El sorprendente estudio infrarrojo de Philip Callahan y Jody B. Smith en la tilma de guadalupe”.
La noche del 7 de mayo de 1979, dos científicos estadounidenses, Philip Callaghan y Jody Smith, enfrentaron una misión casi imposible: fotografiar con tecnología infrarroja la misteriosa tilma de la Virgen de Guadalupe. Para ello, disponían de solo tres horas, entre las 9 y las 12 de la noche, y de un espacio muy reducido —un camarín de apenas 2,40 por 3,60 metros—. Además, se trataba de un trabajo que, en condiciones normales, habría requerido varios días.
En primer lugar, el mayor obstáculo fue el enfoque en fotografía infrarroja, un desafío que muchos expertos consideran casi insalvable. La película Kodak de alta velocidad que utilizaron era sensible a un espectro muy amplio, que iba desde la luz ultravioleta (0,3 micras) hasta el infrarrojo cercano (0,9 micras). Por ese motivo, para lograr nitidez era necesario enfocar primero de manera convencional y luego ajustar el lente a una diminuta marca roja especial, diseñada para compensar la diferencia de ondas.
Sin embargo, el tiempo corría en contra. Callaghan, presionado por la urgencia, se vio obligado a calcular el ajuste “a ojo”. Aun así, contra todo pronóstico, las 40 fotografías resultaron perfectamente enfocadas. Por esta razón, los propios investigadores no dudaron en calificar el resultado —con una mezcla de asombro y humor— como un verdadero “milagro técnico”.
Por otro lado, la iluminación fue otro capítulo digno de un relato casi cinematográfico. Debido a estrictas normas de seguridad, nadie podía acercarse a menos de ocho centímetros del ayate, lo que descartaba el uso de equipos profesionales. En consecuencia, solo pudieron emplear dos reflectores Photoflood de 500 watts, ubicados estratégicamente a metro y medio de la imagen. Además, ante la falta de trípodes, recurrieron a simples soportes de madera improvisados con pinzas. A pesar de ello, el calor no dañó la tela, algo que confirmaron con un termómetro de mercurio colocado a pocos centímetros.
Finalmente, las tomas se realizaron en condiciones extremas: velocidades de obturación muy bajas (1/30 y 1/60 de segundo) y diafragmas ampliamente abiertos (f/2.8, f/3.5 y f/4). En teoría, cualquier leve movimiento habría arruinado las imágenes. No obstante, eso no ocurrió. Smith y Callaghan, trabajando al pulso y realizando cada toma en tres exposiciones distintas, lograron un resultado impecable.
El balance final fue asombroso: decenas de fotografías nítidas, claras y perfectamente enfocadas, obtenidas en circunstancias donde la lógica indicaba que deberían haber salido movidas, oscuras o borrosas. Para muchos, este éxito técnico fue ya un primer “signo” inexplicable, un preludio de lo que revelarían después las imágenes infrarrojas: detalles ocultos en la tilma imposibles de explicar por la ciencia convencional.

Fotografía de la imagen, tomada con película infrarroja por tos norteamericanos Smith y Callagan. Los rayos solares que salen del cuerpo, las cuarenta y seis estrellas del manto, los dibujos de la túnica, la luna, el ángel, las nubes que rodean a la Virgen, la fimbria, el lazo, armiños de las mangas, la crucecita del cuello y buena parte del rostro y manos son añadidos y retoques.
FUENTE
- Benítez, J. J. (1982). El misterio de Guadalupe: Sensacionales descubrimientos en los ojos de la Virgen mexicana (pp. 54–56). Editorial Planeta.

