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El estudio científico de Richard Kuhn sobre la tilma de Guadalupe

En 1936, dos fragmentos de hilos de la tilma de la Virgen de Guadalupe fueron enviados a Europa para su análisis científico. Se trataba de un hilo rojo y otro amarillo. Ambos llegaron a manos de Richard Kuhn, químico alemán, ateo y futuro ganador del Premio Nobel de Química en 1938. Su prestigio lo convertía en una autoridad indiscutida en el campo de la química, lo que otorgaba gran valor a sus conclusiones (Castañeda Monter, 2023).

Kuhn realizó un examen detallado mediante técnicas de espectrometría y análisis molecular. Determinó que la fibra correspondía al ayate de agave, un material típico del siglo XVI. Este tipo de tejido, según el conocimiento científico, debería haberse desintegrado en un plazo de entre 20 y 50 años. Sin embargo, la fibra se encontraba intacta, lo que desafiaba los procesos normales de degradación (Castañeda Monter, 2023).

El análisis de los pigmentos presentó un resultado aún más sorprendente. Kuhn concluyó que los colores no tenían origen animal, vegetal ni mineral. Tampoco podían identificarse dentro de los elementos conocidos de la tabla periódica de su época. Ante esta imposibilidad de clasificación, el científico no logró ofrecer una explicación natural sobre su procedencia (Castañeda Monter, 2023).

Más tarde, al conocer que las fibras analizadas provenían de la tilma guadalupana, Kuhn viajó a México para observar la imagen directamente. Según diversos estudiosos, esta experiencia marcó un cambio profundo en su vida personal. El científico pasó del ateísmo a la fe católica, interpretando el fenómeno como algo que superaba los límites de la explicación científica. Su caso suele citarse como un ejemplo del encuentro entre ciencia y fe frente a un objeto que resiste las explicaciones convencionales (Castañeda Monter, 2023).

Además, Kuhn realizó un examen detallado mediante técnicas de espectrometría y análisis molecular. Determinó que la fibra correspondía al ayate de agave, un material típico del siglo XVI. Este tipo de tejido, según el conocimiento científico, debería haberse desintegrado en un plazo de entre 20 y 50 años. Sin embargo, la fibra se encontraba intacta, lo que desafiaba los procesos normales de degradación (Castañeda Monter, 2023).

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