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El estudio sobre el ayate de la Virgen de Guadalupe por Juan de Melgarejo

Cuando la ciencia miró al cielo

En 1666, el médico novohispano Juan de Melgarejo, profesor y protomédico en la Ciudad de México, escribió un informe sobre el ayate de Juan Diego, la tela en la que se imprimió la imagen de la Virgen de Guadalupe. Su análisis formaba parte de lo que en ese tiempo se llamaba “estudios topográfico-médicos”, que consistían en observar el ambiente “el aire, el clima, la humedad, el suelo y las condiciones del lugar” para entender cómo estos factores podían afectar la salud o la conservación de los materiales.

El Tepeyac: un ambiente que no perdona

Melgarejo aplicó este enfoque al Tepeyac, sitio donde se encontraba la ermita de la Virgen. Describió que el terreno era húmedo, rodeado de lagunas y ríos, y que el aire favorecía la descomposición. Según él, esas condiciones hacían imposible que una tela tan frágil como el ayate pudiera mantenerse en buen estado durante tantos años.

Una tela que desafía la lógica

Sin embargo, al examinar personalmente la imagen, comprobó que los colores seguían brillantes, la tela estaba intacta y no mostraba señales de deterioro. Esto lo llevó a concluir que no existía explicación natural para la conservación del ayate, ya que lo lógico habría sido su destrucción. Por lo tanto, sostuvo que la razón debía ser una causa superior o milagrosa.

Este escrito, que permaneció inédito por siglos en el Archivo General de la Nación, representa uno de los primeros intentos de estudiar el ayate desde una mirada “científica”, aunque finalmente reafirmó la fe de su tiempo, mostrando cómo en la Nueva España la ciencia y la religión estaban profundamente entrelazadas.

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