El Misterio del Moño y la Luna en la Virgen de Guadalupe
El moño y la luna de la Virgen de Guadalupe aparecen hoy como elementos inseparables de la imagen. Sin embargo, un análisis minucioso de la tilma de Juan Diego revela un dato inquietante: ninguno de los dos formaba parte del diseño original. Todo indica que fueron añadidos por mano humana, tiempo después de haberse plasmado la figura central.
Un estilo que delata su origen
La clave se encuentra en el estilo pictórico. Durante el siglo XV, España atravesó el auge del gótico internacional. Este arte, heredado de Italia y enriquecido por influencias francesas y flamencas, incorporó mayor realismo y una fuerte carga ornamental.
Borlas, cintas, túnicas decoradas y motivos de raíz morisca, como la media luna, se volvieron frecuentes. En este contexto artístico se inscriben los elementos oscuros de la tilma, entre ellos el moño negro y la luna a los pies de la Virgen.
El deterioro como prueba
Lo verdaderamente intrigante es su estado actual. El moño, la luna y el cabello del ángel presentan un tono grisáceo. Además, muestran grietas y un deterioro evidente, muy distinto al resto de la imagen.
Los estudios con luz infrarroja indican que el pigmento utilizado es opaco. Esto permite descartar el negro carbón, desarrollado recién en el siglo XIX, y también el negro pizarra. El nitrato de plata, conocido como “cáustico lunar”, fue considerado como posibilidad. Sin embargo, la evidencia apunta a otro pigmento: el óxido férrico, llamado por los pintores “negro de Marte”.
Este pigmento es pesado y denso. Cuando no se fija correctamente, tiende a agrietarse con el paso del tiempo. Ese comportamiento coincide de manera precisa con el deterioro visible en la tilma.
Las marcas que revelan el orden de la imagen
Otro hallazgo relevante son las cuatro líneas de dobleces que atraviesan el cuerpo de la Virgen. Estas marcas se observan con claridad bajo luz visible e infrarroja. Sin embargo, desaparecen al llegar al resplandor solar del fondo.
Este detalle revela el orden de ejecución. La figura central fue realizada primero. Luego se añadieron los rayos dorados del resplandor, que ocultaron las marcas. El moño, la luna y el ángel se incorporaron en un momento intermedio. Son añadidos humanos, posteriores a la imagen original y anteriores al fondo resplandeciente.
Un contraste que no deja dudas
El contraste es evidente. El cuerpo y las vestiduras de la Virgen conservan una belleza intacta. En cambio, el moño, la luna y el cabello del ángel muestran un trazo más torpe, tonos apagados y una fragilidad que delata su origen terrenal.
El tiempo seguirá deteriorando estos elementos. Su desgaste no hace más que confirmar que no pertenecen a la imagen original.

Conclusión
El moño y la luna de la Virgen de Guadalupe no formaron parte del diseño inicial de la tilma. Los estudios científicos indican que fueron añadidos posteriormente, con pigmentos propios del arte europeo de la época.
Mientras la figura central permanece intacta y desafía toda explicación, estos elementos continúan deteriorándose. La ciencia habla de capas y pigmentos. La fe, en cambio, sigue viendo en la tilma un misterio abierto. Entre grietas, óxidos y resplandores, la intriga continúa.
FUENTE
- Benítez, J. J. (1982). El misterio de Guadalupe: Sensacionales descubrimientos en los ojos de la Virgen mexicana (pp. 59–60). Editorial Planeta.

