Cuando la ciencia miró a la Virgen: los ojos que sorprendieron a los médicos
Después de los descubrimientos iniciales de los doctores Javier Torroella Bueno (vease “Un reflejo imposible en los ojos de la Virgen”) y Rafael Torija Lavoignet (vease “Una vitalidad inexplicable”), la Iglesia decidió abrir oficialmente la puerta a la investigación científica sobre la Virgen de Guadalupe. Ambos médicos habían observado de manera independiente algo sorprendente: en las córneas de la Virgen se reflejaba un busto humano, como si los ojos tuvieran profundidad y vida propia.
Torija incluso utilizó un oftalmoscopio, el mismo aparato que usan los oculistas para examinar los ojos, y descubrió que la luz se reflejaba de forma natural en la pupila y la córnea, produciendo un efecto de “oquedad” imposible de lograr en una pintura plana. Este hallazgo confirmaba que los ojos de la Virgen mostraban características propias de un ojo humano vivo.
Ante la coincidencia de ambos médicos, el 8 de noviembre de 1956 se envió un escrito a la Basílica y a la recién creada Comisión Dictaminadora, solicitando que los dos especialistas realizaran un examen conjunto, con los instrumentos adecuados, y elaboraran un dictamen oficial.
El 10 de mayo de 1957, Torroella y Torija firmaron un documento confirmando sus hallazgos:
“Ilmo. y Rvmo. Monseñor Dr. Gregorio Aguilar y Gómez Presente.
Los suscritos, nos permitimos informar a usted las conclusiones a que hemos llegado respecto a la imagen de un busto de hombre que se aprecia en los ojos del Sagrado Original de la Santísima Virgen de Guadalupe.
Dicha imagen está colocada en la córnea de ambos ojos, correspondiendo por lo tanto a la primera de las imágenes de Samson-Purkinje, y de acuerdo con las leyes de la óptica, ya que se encuentra en la parte interna de la córnea del ojo derecho y en la parte externa del ojo izquierdo.
Creemos también pertinente indicar qué factores deben contribuir para que se refleje un objeto en la córnea:
1º Que el objeto que se ha de reflejar esté intensamente iluminado.
2° Que la córnea en estudio, esté tenuemente iluminada dirigida en sentido opuesto a la fuente luminosa.
Sin más por el momento, firmamos la presente para los fines que juzgue usted necesarios, en México, D.F., a los 10 días del mes de mayo de 1957.”
Este fue el punto de partida de muchos estudios posteriores. A partir de entonces, otros especialistas en oftalmología pudieron examinar la tilma de Juan Diego y los ojos de la Virgen, descubriendo nuevos detalles sorprendentes que aún hoy continúan fascinando a científicos y creyentes.
FUENTE
- Libro “El misterio de la Virgen de Guadalupe” de J. J. Benitez, capítulo 11 “Sorpresa entre los medicos oculistas” en el apartado “No se trata de una ilusión obtica”.