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El atentado fallido contra la Virgen de Guadalupe (1921): la Tilma que resistió la explosión

Autoras: Elidé Rojas, M. Emilia Zuchelli y Marta Garay

En medio del fuerte anticlericalismo mexicano de inicios del siglo XX (un movimiento que buscaba limitar la influencia de la Iglesia Católica en la vida pública y política) ocurrió uno de los episodios más violentos y sorprendentes en la historia de la devoción guadalupana.

El 14 de noviembre de 1921, un joven llamado Luciano Pérez Carpio depositó un ramo de flores a los pies de la tilma de la Virgen en la antigua Basílica de Guadalupe. Nadie sospechaba que dentro del ramo ocultaba una bomba de dinamita. La intención era clara: destruir la imagen que millones de mexicanos veneraban desde 1531.

La explosión fue brutal. El altar quedó destruido, los cristales reventados y un crucifijo de bronce quedó doblado en forma casi imposible, hasta el día de hoy conocido como el Cristo de las bombas. Sin embargo, en medio de los escombros y el estruendo, la tilma permaneció intacta. Ni un rasguño en la imagen de la Virgen de Guadalupe.

Para muchos creyentes, este suceso fue un signo de la protección divina. Desde su coronación pontificia en 1895, la Virgen de Guadalupe se había consolidado como patrona y símbolo de unidad, y en aquel momento de persecución la tilma se convirtió en emblema de resistencia y esperanza.

El padre Eduardo Chávez (2023), historiador guadalupano, lo explica con palabras profundas:

“El tratar de destruir la imagen es destruir a Jesús mismo en el inmaculado vientre de María, porque lo que ella trae es un mensaje divino, y como tal, Dios va a defender a su madre y su Iglesia.”

El investigador Andrés Brito (2019) también resalta lo asombroso de aquel atentado:

«La tilma no solo resistió el impacto de la explosión, sino que permaneció intacta, mientras que el vidrio que la rodeaba, los marcos y las estructuras cercanas quedaron destrozadas».

Después del ataque, la imagen original fue retirada por seguridad y reemplazada por una copia durante un tiempo. Pero el hecho quedó marcado en la memoria como un milagro viviente: un atentado fallido que, en lugar de debilitar la fe, la fortaleció.

Más allá de toda explicación humana, aquel día de 1921 reafirmó para millones de personas que la Virgen de Guadalupe no solo es un símbolo religioso, sino también un misterio protegido, capaz de atravesar la historia y seguir conmoviendo generación tras generación.

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