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Una tilma incorrupta

El ayate era una prenda ligera tejida con fibra de maguey que utilizaban los aztecas, similar a un sarape o una manta. Estaba formado por dos piezas unidas a lo largo. También se lo llamaba tilma, pues podía confeccionarse con distintos materiales de trama abierta y rala: lana, algodón o ixtle, según el estatus social de quien lo portara. Por ejemplo, el algodón estaba reservado únicamente para la nobleza, mientras que para los campesinos, como Juan Diego, se empleaba la fibra de agave popotule.

Generalmente, cada ayate se hacía a medida y debía llegar hasta las rodillas. Para los campesinos era muy útil en sus labores: podía servir como capa, cobertor o incluso como accesorio de carga. Lo habitual era anudar las dos piezas sobre el hombro derecho con un hilo de algodón extremadamente fino y blando. Lo sorprendente es que, pese a su fragilidad, ese hilo resistió el paso de los siglos y el peso de la prenda, algo difícil de explicar.

Esta es, de hecho, una de las primeras cosas que llaman la atención al investigar la tilma: por los materiales con que está hecha, debería haberse desintegrado hace siglos. Sin embargo, sigue intacta.

Aún más asombroso es que la unión de las dos piezas no afecta en nada la imagen de la Virgen. Ni siquiera interrumpe el dibujo del ángel que aparece a sus pies. Por el contrario, los pequeños detalles de la costura parecen integrarse en la obra, como ocurre con los zapatos de la Virgen (véase “Sabías que… la zapatilla de la Virgen de Guadalupe no tiene color”).

Otro aspecto sorprendente es lo ralo del tejido. Su trama irregular y abierta pone de manifiesto que la imagen no fue pintada de manera convencional, sino impregnada con colores vivos y nítidos. En una superficie tan nudosa y desigual, resulta prácticamente imposible que un pincel pueda trazar líneas definidas o detalles minuciosos (véase “Las técnicas pictóricas en la imagen de Guadalupe”).

Conviene subrayar que la conservación del ayate es milagrosa. Su fibra natural debería haber durado, como máximo, entre veinte y treinta años, pues tiende a partirse y deshacerse con el tiempo. Sin embargo, el ayate de Juan Diego, en el que quedó plasmada la santa imagen, se ha mantenido incorrupto durante casi cinco siglos, a pesar de haber estado más de cien años expuesto al contacto directo de los fieles, al calor de las velas, a la humedad del ambiente y hasta al ataque de insectos. Nada logró dañarlo.

FUENTE


  • Libro “La Virgen de Guadalupe en la ciencia del siglo XXI” escrito por Alejandro Pedroza Meléndez y Carlos Salinas Saucedo (may. 2015).
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