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El enigmático traductor y el hombre con barba de Zumárraga: entre la historia y la conjetura

Autor: Arias Daiana

Un rostro entre las sombras

Entre los múltiples personajes que el doctor José Aste Tonsmann afirma haber descubierto en los ojos de la Virgen de Guadalupe, destaca uno de los más misteriosos: el traductor.
Durante sus ampliaciones digitales, Tonsmann creyó inicialmente ver el rostro de una mujer por la finura de sus rasgos; luego comprendió que era un hombre joven.
A partir de esa observación, planteó que aquella figura podría ser el intérprete que mediaba entre fray Juan de Zumárraga y el indio Juan Diego durante el célebre encuentro del 12 de diciembre de 1531.

La necesidad de un intérprete

La presencia de un traductor en la casa episcopal no es una conjetura gratuita.
El primer obispo de México nunca aprendió náhuatl, como señalan las biografías más fiables, entre ellas la de Joaquín García Icazbalceta.
El propio Zumárraga lo confesó en varias cartas:

  • En 1537, escribe con evidente angustia:
    «¿Qué cuenta podré yo dar de quien no le entiendo, ni me entiende, ni puedo conocer su conciencia?»
  • En 1545, vuelve a lamentarse:
    «No sabemos qué pasto puede dar a sus ovejas el pastor que no las entiende, ni lo entienden.»

Incluso, en una carta anterior al emperador, del 28 de agosto de 1529, admite con claridad:
«…dije, por lengua de un padre guardián, que era mi intérprete…»
Estas líneas confirman que Zumárraga se comunicaba con los indígenas a través de mediadores lingüísticos.

La hipótesis de Juan González

El nombre más repetido al hablar del traductor es Juan González, identificado por el canónigo Ángel María Garibay como el probable intérprete de Zumárraga.
Garibay argumenta que:

  • González llegó a México alrededor de 1528.
  • En 1531, ya servía al obispo.
  • Dado que ni Zumárraga conocía el náhuatl ni Juan Diego el castellano, la presencia de un intermediario era inevitable.

Según el canónigo, ese mediador «no pudo ser sino Juan González».
Sin embargo, tal afirmación se apoya más en la lógica que en pruebas documentales.

Evidencias inciertas y tradiciones persistentes

Existen tres elementos que vinculan a Juan González con el papel de traductor:

  1. Un óleo anónimo en el Museo de la Basílica de Guadalupe lo muestra arrodillado ante la Virgen, identificado en la inscripción como “capellán, confesor y traductor” de Zumárraga.
    • La pintura carece de autor conocido y su datación es incierta.
  2. La Relación Primitiva Guadalupana, documento en náhuatl del siglo XVI atribuido a González.
    • Ningún historiador ha demostrado de manera concluyente su autenticidad ni su autoría.
  3. Las menciones orales y devocionales transmitidas desde el siglo XVII, que refuerzan su papel dentro del imaginario guadalupano.

A pesar de todo, no existen pruebas históricas sólidas que confirmen la identificación del traductor con el padre Juan González.

El misterio de la imagen

El rostro que Tonsmann atribuye al traductor permanece envuelto en ambigüedad.
¿Es realmente un hombre? ¿Un reflejo? ¿Una ilusión óptica formada por las fibras de la tilma?
El investigador veía en aquella figura un testigo silencioso del milagro; sin embargo, hasta hoy ningún análisis histórico o científico ha confirmado esa relación.

El “hombre con barba”: otro enigma paralelo

Junto al presunto traductor, Tonsmann detectó la figura de un “hombre con barba”, de apariencia europea y porte distinguido.
Su cabello corto y su atuendo contrastan con las características de los mexicas.
Se han propuesto varios candidatos:

  • Sebastián Ramírez de Fuenleal, presidente de la Segunda Audiencia.
  • Vasco de Quiroga, humanista y obispo de Michoacán.
  • Otros colonos, nobles o aventureros recién llegados a la Nueva España.

Pero, igual que en el caso del traductor, todas estas hipótesis carecen de respaldo documental.

Entre la historia y el enigma

El estudio de los rostros ocultos en los ojos de la Virgen de Guadalupe se mueve entre dos planos:

  • El histórico, sustentado en cartas, crónicas y documentos coloniales.
  • Y el simbólico, donde la imagen se convierte en testimonio visual de un acontecimiento espiritual.

Mientras la investigación documental no aporte nuevas pruebas, el llamado “traductor de Zumárraga” seguirá siendo una figura liminal, atrapada entre la evidencia y el misterio.

Tal vez, como sugiere el propio autor de esta investigación, aún llegue el día en que podamos rectificar estas afirmaciones.
Hasta entonces, aquel rostro apenas perceptible —entre fibras, luces y sombras— seguirá guardando silencio en los ojos de la Virgen.


J. J. Benítez señala la nariz del «anciano». Según loa antropólogos vascos, la nariz saliente, el cráneo poco alto y el mentón apuntado son rasgos típicos de la raza éuscara. Esos tres factores aparecen precisamente en este perfil descubierto por las computadoras.

FUENTE


Benítez, J. J. (1982). El misterio de Guadalupe: Sensacionales descubrimientos en los ojos de la Virgen mexicana (pp. 198–201). Editorial Planeta.

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