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El padre Jean-Marie Aladel: custodio del mensaje de la Medalla Milagrosa

Por: Rafaela Randello

Jean-Marie Aladel fue un sacerdote de la Congregación de la Misión, recordado como el confesor de Santa Catalina Labouré y principal custodio del mensaje de la Virgen de la Medalla Milagrosa.

Nació en 1800 en el departamento de Ardèche, Francia, en el seno de una familia profundamente cristiana. A los dieciséis años ingresó en la Congregación fundada por San Vicente de Paúl y fue ordenado sacerdote a los veintitrés. Desde 1825 hasta su muerte en 1865, residió en la Casa Madre de los Paúles, en la Rue de Sèvres, en París.

Fue allí donde conoció a Catalina Labouré, entonces novicia en el convento vecino de las Hijas de la Caridad. Como su confesor y guía espiritual, fue el único autorizado a conocer y transmitir el relato de las apariciones que la joven vivió en 1830. Al principio, el padre Aladel se mostró prudente y reservado; sin embargo, el tiempo y los frutos espirituales de las revelaciones lo llevaron a reconocer su autenticidad.

Durante la terrible epidemia de cólera que azotó París en 1832, Aladel comprendió la urgencia de difundir el mensaje de la Virgen. Fue él quien promovió la acuñación de la primera Medalla Milagrosa, cumpliendo las indicaciones que la Virgen había dado a Catalina. Aquellas medallas, distribuidas entre los enfermos y necesitados, pronto se asociaron a innumerables curaciones y conversiones, lo que consolidó su carácter milagroso y extendió rápidamente la devoción mariana.

En 1834, el padre Aladel publicó el primer libro oficial sobre las apariciones, titulado Notice sur l’origine et les effets de la nouvelle médaille frappée en l’honneur de l’Immaculée Conception, texto que se convertiría en la fuente principal y más antigua sobre los hechos. Con distintas ediciones, ayudo a fijar los elementos esenciales de la devoción y preservó el anonimato de la vidente, tal como ella lo había pedido. Catalina Labouré permaneció en silencio durante toda su vida, y solo después de su muerte, en 1876, se reveló públicamente su identidad.

Los escritos del padre Aladel documentan el origen de la Medalla Milagrosa y reflejan el discernimiento prudente con que la Iglesia acogió el fenómeno. Su testimonio muestra cómo una experiencia mística fue custodiada con fe, sensatez y obediencia, evitando cualquier forma de sensacionalismo. El sacerdote siempre evitó toda publicidad innecesaria, manteniendo la discreción que caracterizó tanto su vida como la de Catalina.

Con el paso del tiempo, algunos estudiosos han debatido el grado de exactitud con que los textos de Aladel reflejan las palabras de la vidente. Sin embargo, la mayoría coincide en reconocer en él un ejemplo de discernimiento espiritual, equilibrio pastoral y fidelidad al espíritu de las apariciones. Su labor permitió que el mensaje de humildad, confianza y conversión de la Virgen se preservara íntegro y llegara hasta los fieles del mundo entero.

El padre Jean-Marie Aladel falleció en 1865, once años antes que Santa Catalina. Hoy, sus restos descansan en la cripta de la Capilla de la Medalla Milagrosa, junto a los de San Vicente de Paúl y Santa Catalina Labouré.
Su vida y su obra permanecen unidas a la historia de esta devoción, como testimonio de cómo la obediencia, la prudencia y la fe pueden transformar una revelación silenciosa en una fuente universal de gracia.

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