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La predicción de La Salette: hambre y polvo… las consecuencias de no escuchar

Por: María Emilia Zuchelli

“Se avecina una gran hambruna. Antes de que llegue, los niños menores de siete años temblarán y morirán en brazos de quienes los sostengan. Las nueces se agusanarán, las uvas se pudrirán…” (Virgen de La Salette, 1846)

Esta predicción suena fuerte. Y así lo fue.

Durante su aparición en los Alpes franceses, la Virgen María apareció llorando, con la cara entre sus manos, hablando entre lágrimas. Con palabras claras, la Virgen les dijo a los pastorcitos Mélanie y Maximino que no sembraran trigo porque los insectos se comerían lo sembrado y lo que lograría crecer se volvería polvo al golpearlo. Las patatas se pudrirían, como ya había ocurrido el año anterior y blasfemaron contra el nombre de Dios. Las nueces se agusanarían y las uvas se echarían a perder.

Pero no solo quedo en una predicción de escasez, sino que advirtió que los niños morirían, y que el resto de las personas viviría en carne propia la penitencia de la hambruna.

Ese mismo año, la gran hambruna de 1846 estalló en varias regiones de Europa y fue tan severa que más de un millón de personas murieron de hambre. La perenospora, un hongo, afectó los brotes, hojas, racimos y flores de las uvas en toda Francia, al igual que la plaga de la filoxera y el oídio, entre otras, que causaron una disminución drástica en la producción del vino. Y todo por no cumplir con lo que la Virgen había pedido en su mensaje. Todo en consecuencia del olvido de Dios, del desprecio por lo sagrado y de una humanidad que prefería maldecir antes que escuchar.

La historia de La Salette es un llamado a despertar, una advertencia de que nuestras acciones tienen consecuencias. La Virgen vino a abrirnos los ojos. Y aunque el mensaje puede parecer duro, también deja claro que siempre hay esperanza… sí elegimos escucharla.

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