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Maximino Giraud: fiel hasta el final

Por: María Emilia Zuchelli

Adolescente y cada vez más inquieto, Maximino emprendió un camino errante en busca de un lugar en el mundo, mientras el recuero de La Salette lo seguía como una sombra luminosa.

Se trasladó de ciudad en ciudad: intentó ser seminarista, estudió medicina, trabajó en una farmacia y hasta vivió en una residencia de ancianos. En 1862, gracias a su paso por la Escuela de Medicina de París, fue convocado al Servicio de Salud militar como enfermero, y se unió a los Zuavos pontificios, una milicia voluntaria que defendía los Estados Pontificios. Aunque no participó en grandes batallas, guardó un profundo orgullo por esa etapa.

Durante este tiempo escribió sus memorias por pedido de Madame Jourdain, una mujer que, junto con su esposo, le brindó apoyo y afecto en medio de tantas idas y vueltas. También publicó un texto titulado Mi profesión de fe en 1866, como respuesta a un artículo difamatorio contra las apariciones de La Salette.

En 1870 fue reclutado por el Ejército Imperial durante la guerra franco-prusiana, prestando servicio en el Fuerte Barrau, en Grenoble. Años después, en la pobreza, se refugió en la ayuda de amigos y del santuario de La Salette, que nunca lo abandonó.

En 1874 volvió al santuario como peregrino, y allí, frente a una multitud, relató una vez más —y por última vez— lo que había vivido en aquella montaña siendo apenas un niño.

El 1 de marzo de 1875, sabiendo que su vida se apagaba, recibió los sacramentos con devoción: confesión, comunión, y bebió el agua bendita de La Salette con la que consumió la Eucaristía. Esa misma tarde, Maximino Giraud falleció con menos de 40 años. Sus restos descansan en el cementerio de Corps, su pueblo natal.

Su vida fue breve, errante y a veces incomprendida, pero siempre marcada por aquella aparición que lo acompañó hasta el final. Su testimonio sigue vivo en los corazones de quienes creen en el mensaje de La Salette.

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