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El día en que Blaisette recuperó la vista: una curación plena y repentina en Lourdes

Imagen generada con IA para Aidsky

Entre los primeros casos extraordinarios asociados al agua de Lourdes se encuentra la curación de Blaisette Cazenave, nacida en 1808 y conocida en el pueblo por sus dolores oculares constantes. Desde hacía tres años padecia una combinación grave: quemosis, conjuntivitis crónica, blefaritis y ectropión bilateral. Sus párpados estaban deformados, escamosos, inflamados y doloridos; y su vista, seriamente comprometida. En términos médicos, su situación era incurable.

A sus 50 años, y sin otra esperanza, decidió probar el agua de la Gruta como loción ocular, tal como otros enfermos comenzaban a hacer movidos por la fe sencilla de Bernadette. En este contexto, fue tras la segunda aplicación cuando ocurrió lo inesperado: los párpados volvieron a su posición normal, las escamas se desprendieron sin dolor, la inflamación desapareció y la visión regresó por completo. De hecho, no hubo recaída ni evolución gradual: la curación fue repentina, total y definitiva, sin explicación médica suficiente.

Los médicos que estudiaron el caso no pudieron más que reconocer la desproporción entre la enfermedad, de años y sin respuesta a tratamientos adecuados, y la rapidez de la recuperación. El profesor Vergez lo expresó con claridad:

«El efecto sobrenatural fue tan evidente como la lesión misma. La regeneración rápida de los tejidos supera cualquier explicación natural».

Por este motivo, tras la investigación, y en el mismo espíritu prudente que caracterizó a la Iglesia en los primeros años de Lourdes, la curación de Blaisette Cazenave fue oficialmente reconocida como prodigio por Monseñor Bertrand-Sévère Laurence, obispo de Tarbes, en su carta pastoral del 18 de enero de 1862.

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