Imprimir

El primer milagro de Lourdes: silencio y éxtasis en la Gruta de Massabielle

Catherine Latapie

En los primeros días de marzo de 1858, un pequeño manantial comenzó a atraer la atención de los habitantes de Lourdes. La gruta, hasta entonces silenciosa y aislada, se llenó de murmullos y pasos cautelosos. Allí, entre las rocas y el agua que brotaba milagrosamente del suelo, Bernadette Soubirous vivía su encuentro con lo divino. Sumida en oración y recogimiento, bebía el agua, besaba la tierra y se arrastraba de rodillas, como una ofrenda de humildad y penitencia por los pecadores. Sus gestos sencillos, realizados en un éxtasis profundo, conmovían a todos los que la observaban.

Fue en esa atmósfera de fe y silencio que ocurrió el primer milagro de Lourdes. Aquel mismo día, sin que muchos lo advirtieran, una mujer de Loubajac, un pequeño pueblo situado a unos siete kilómetros, emprendía su camino hacia la gruta. Se llamaba Catherine Latapie, conocida por sus vecinos como Chouat. Era una campesina fuerte, acostumbrada al trabajo duro, pero marcada por el dolor. En 1856 había sufrido una grave caída desde un roble mientras vareaba bellotas para alimentar a sus cerdos. El golpe le había dislocado el hombro derecho y dejado paralizados los dedos de la mano, impidiéndole hilar y tejer, trabajos esenciales para su sustento.

Dos años después, embarazada de nueve meses y movida por una inspiración interior, Catherine se levantó en plena noche. A pesar del cansancio, del peso del embarazo y de los casi siete kilómetros que la separaban de Lourdes, tomó de la mano a sus dos hijos pequeños y partió bajo la luz pálida de la luna.

Al llegar, se abrió paso entre la multitud que rodeaba a Bernadette. Tocó su vestido con emoción y se arrodilló en oración. Luego, con esfuerzo, descendió hasta el fondo de la gruta, bajo la bóveda baja, y sumergió su mano lisiada en el agua turbia del manantial. Una paz profunda la envolvió. Cuando retiró la mano, descubrió, asombrada, que podía mover los dedos con total libertad.

Llenó de gratitud, dio gracias a la Virgen y emprendió el regreso. Apenas llegó a su casa, dio a luz a su quinto hijo, Jean-Baptiste, casi sin dolor. Años después, ese niño se convertiría en sacerdote.

El milagro de la curación de Catherine Latapie fue uno de los primeros siete reconocidos por la investigación eclesiástica. Con él, Lourdes dejó de ser solo un rincón de oración y se transformó en un lugar de esperanza. A partir de ese momento, multitudes de enfermos, peregrinos y curiosos comenzaron a acudir a la gruta, buscando en sus aguas el alivio del cuerpo y del alma.

FUENTES


Submit a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Tabla de contenidos