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Lourdes y la ciencia: cuando el milagro pasa por el microscopio

En Lourdes, los milagros no se aceptan sin examen. Desde hace más de siglo y medio, detrás de cada curación que los fieles consideran extraordinaria, hay médicos, expedientes, firmas y años de análisis. Porque en el santuario donde la Virgen se apareció a Bernadette Soubirous en 1858, la fe y la ciencia han aprendido a dialogar con un respeto inusual.

El reconocimiento del obispo y el nacimiento del control médico

Apenas cuatro años después de las apariciones, el 18 de enero de 1862, el obispo Bertrand-Sévère Laurence de Tarbes reconocía oficialmente la autenticidad de los hechos. En ese mismo decreto, establecía tres criterios fundamentales para discernir su veracidad: la fiabilidad de la vidente, los frutos espirituales de las apariciones y las curaciones físicas (véase La Comisión Diocesana que reconoció las Apariciones de Lourdes).
Aquel día, declaró ya siete curaciones como milagrosas, tras el examen del profesor Henri Vergez. El mensaje era claro: el milagro no se niega, pero debe probarse.

Con el paso de los años, la afluencia de enfermos y peregrinos hizo evidente la necesidad de un control riguroso. En 1883, por iniciativa del padre Rémi Sempé —primer rector del santuario— y del médico Georges-Fernand Dunot de Saint-Maclou, nació la Oficina de Verificación Médica de Lourdes. Su objetivo era tan simple como revolucionario: que nadie se declarara “curado” sin una revisión científica colegiada.

Tres años más tarde, el papa León XIII, a través de una carta del arzobispo Vincenzo Gregorio Berchialla, manifestó su asentimiento a los métodos estrictos de la Oficina. La ciencia y la fe, lejos de oponerse, se daban la mano para custodiar la verdad.

De Dunot a De Franciscis: una continuidad de rigor

Tras la muerte del doctor Dunot en 1891, el obispo de Tarbes nombró como sucesor al doctor Gustave Boissarie, quien consolidó el método y dio a la Oficina un carácter permanente. En 1905, la Santa Sede confirmó oficialmente el derecho del obispo local a investigar las curaciones mediante los procedimientos de la Oficina, una norma que sigue vigente hasta hoy.

Actualmente, el doctor Alessandro de Franciscis, médico italiano, es el decimoquinto presidente de la Oficina de Hallazgos Médicos, cargo que ocupa desde 2009. Allí recibe los testimonios de curaciones, revisa los historiales y convoca reuniones abiertas a cualquier profesional de la salud presente en Lourdes, creyente o no, para analizar cada caso con espíritu crítico.

La red médica internacional de Lourdes

El trabajo de la Oficina dio lugar, en 1925, a la fundación de la Asociación Médica de Nuestra Señora de Lourdes (AML), luego transformada en la Asociación Médica Internacional de Lourdes (AMIL). Esta organización reúne a profesionales de todos los continentes: médicos, farmacéuticos, dentistas, enfermeros y auxiliares de salud, todos vinculados por un mismo interés en los fenómenos de Lourdes.

Su boletín científico, publicado desde 1928, es una de las revistas médicas más antiguas dedicadas a la investigación de curaciones extraordinarias. Bajo su paraguas existen también asociaciones específicas: la APIL (farmacéutica), la ADIL (dental), la AILACS (auxiliares de salud) y la AIIL (enfermería). La ciencia en Lourdes se ha vuelto verdaderamente internacional.

Del examen clínico al juicio de la fe

En 1947, el obispo Pierre-Marie Théas y el doctor François Leuret dieron un paso más al crear el Comité Médico Internacional de Lourdes (CMIL), compuesto por especialistas de renombre. Desde 1954, este comité tiene rango internacional y está integrado hoy por unos treinta miembros de diversas disciplinas, presididos conjuntamente por el obispo Jean-Marc Micas (de Tarbes y Lourdes) y el profesor Olivier Jonquet.

Su tarea es evaluar los casos que la Oficina Médica considera “inexplicables”. El CMIL revisa cada expediente con un método cercano al de un tribunal médico: analiza informes, consulta expertos externos y aplica los siete criterios de Próspero Lambertini, el futuro papa Benedicto XIV, definidos ya en 1734 para reconocer un milagro.
Entre ellos se exige que la enfermedad sea grave e incurable, que la curación sea instantánea, completa, duradera y sin explicación terapéutica posible.

Un procedimiento que puede durar años

El proceso de reconocimiento de una curación es muy minucioso. Todo comienza cuando una persona, tras su paso por Lourdes, nota una recuperación inesperada. Si alguien la anima a declararla, se presenta en la Oficina Médica, donde el médico de guardia abre el expediente y analiza los antecedentes clínicos: ¿la enfermedad era realmente grave? ¿la curación es objetiva? ¿hay estabilidad en el tiempo?

Si el caso parece serio, se convoca una “Comisión de Evaluación Médica” abierta a todos los médicos presentes. Luego, si se confirma la curación, el expediente pasa al Comité Internacional. Solo si dos tercios de sus miembros votan que el hecho es “inexplicable según el estado actual de la ciencia”, se eleva el informe al obispo de la diócesis de la persona curada.

Entonces entra en juego la Iglesia: el obispo, asesorado por teólogos y médicos, puede reconocer oficialmente el milagro o simplemente permitir que el testimonio sea difundido sin pronunciar una declaración formal. En cualquier caso, la decisión final nunca depende de Roma, sino del obispo local.

Setenta milagros reconocidos, miles de curaciones inexplicables

Desde 1858 hasta hoy, la Oficina de Lourdes ha registrado más de 7.200 curaciones consideradas inexplicables por la ciencia. De ellas, 70 han sido reconocidas oficialmente como milagros por los obispos diocesanos. La mayoría pertenecen a mujeres (más del 80%), y casi todas atribuyen su sanación a la Virgen de Lourdes.

Las cifras hablan por sí solas: 56 milagros proceden de Francia, 8 de Italia, 3 de Bélgica, y uno de Alemania, Austria y Suiza respectivamente.

El doctor Patrick Theillier, que dirigió la Oficina durante una década, solía decir que “en Lourdes no se trata de demostrar la fe, sino de acompañarla con honestidad científica”. Quizá por eso, el diálogo entre ciencia y espiritualidad sigue tan vivo en aquel valle francés como en 1858.

El milagro y el método

Hoy, el procedimiento médico de Lourdes es aún más complejo que en el pasado, pero también más transparente. Existen grados de certeza, como existen grados de fe. Los médicos no dictaminan sobre lo sobrenatural; simplemente reconocen lo que la ciencia no puede explicar.
Y, como recordó el obispo Laurence al aprobar las apariciones, “estamos justificados para creer”.

En Lourdes, cada milagro sigue siendo una historia humana, una intersección entre el misterio y el análisis, entre la esperanza y el microscopio.

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