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El orden de las apariciones de la Virgen de Lourdes y su significado espiritual

La tradición suele afirmar que la Virgen de Lourdes se apareció 18 veces a Bernadette Soubirous, aunque en realidad fueron más. Esa cifra corresponde a las apariciones principales, aquellas en las que se dieron mensajes o hechos destacados. Dentro de cada una pueden haber ocurrido varios momentos o visitas breves, pero no se cuentan como apariciones separadas al formar parte del mismo encuentro.

Esta reflexión, basada en el libro Lourdes, relato auténtico de las apariciones de René Laurentin, busca mostrar que las apariciones no fueron hechos aislados, sino un proceso progresivo y ordenado, donde nada sucedió por casualidad. Cada etapa tuvo un propósito preciso dentro de un plan divino.

Cuando hablamos de “orden”, podemos hacerlo en dos sentidos.
Por un lado, está la ordenación estática, que muestra una estructura armónica: dos series de tres apariciones imprevistas enmarcan las doce apariciones de la quincena, cuyo centro es el gran acontecimiento del descubrimiento de la fuente.
Por otro lado, está la ordenación dinámica, la más importante, que revela la progresión espiritual del mensaje y las intenciones de la Virgen de Lourdes.

Durante la primera fase, el cielo actúa ante las resistencias humanas. Los familiares de Bernadette, las autoridades y el párroco intentan frenar el fenómeno, lo que parecía prudente. Pero la Virgen no actúa con precipitación: deja obrar al tiempo, la paciencia y el sufrimiento de Bernadette como instrumentos de su obra.

Las primeras dos apariciones, el 11 y el 14 de febrero, provocan la prohibición de acudir a la gruta. Sin embargo, estas prohibiciones se ven superadas por los acontecimientos: el 14 por la intervención de las niñas, y el 18 de febrero por la participación de personas adultas. Ese día, la Inmaculada habla por primera vez e invita a Bernadette a acudir durante quince días seguidos.

En adelante, aunque sufra interrogatorios y prohibiciones, Bernadette ya había hecho una promesa. El cielo se convierte en su ley y protección. Su obediencia natural, unida a la “fuerza irresistible” que la impulsa a la gruta, muestra el conflicto interior y el sufrimiento que vivía.

Con el paso de los días, la afluencia del público crece y luego decae. El 25 de febrero marca un cambio: el tono de las apariciones se vuelve más austero. Bernadette realiza actos de penitencia y humildad, como besar la tierra, cavar en el barro y comer hierba.

Después, tras otro duro interrogatorio, se le prohíbe volver a la gruta y algunas apariciones parecen fallar, lo que paradójicamente refuerza la autenticidad de su testimonio. La expectación aumenta hasta el 4 de marzo, cuando muchos esperan un milagro. Sin embargo, solo ocurre una falsa curación, mostrando cómo la excitación colectiva puede engañar.

Semanas más tarde, la Virgen revela su nombre: Yo soy la Inmaculada Concepción.” Una expresión desconcertante incluso para los creyentes, que solo con el tiempo será plenamente comprendida.

Luego de abril, cuando surgen falsos visionarios, las visiones de Bernadette cesan: su don no era natural, sino una gracia momentánea. La última aparición, el 16 de julio, sucede de modo discreto, en la fiesta de Nuestra Señora del Carmen. Allí la Virgen aparece al otro lado del río Gave, separada por una empalizada: imagen del sufrimiento humano y de las barreras del mundo, pero también símbolo de esperanza, ya que Bernadette percibe que la distancia desaparece por un instante.

Después de este encuentro final, Bernadette retoma su vida sencilla y silenciosa, mientras Lourdes se convierte en centro de fe y milagros. En 1866 abandona su pueblo para vivir oculta, guiada solo por el Espíritu Santo, con una santidad humilde y escondida.

En conclusión, puede observarse una progresión del mensaje en las apariciones:

  • Primero, la plegaria y la contemplación silenciosa (11–14 de febrero).
  • Luego, las palabras y la convocatoria (18 de febrero), seguidas por una nueva etapa de silencio (19–23 de febrero).
  • Después, las enseñanzas espirituales: la plegaria, la penitencia y el mensaje a los sacerdotes (2 de marzo).
  • Finalmente, la revelación de la identidad mariana (25 de marzo) y el cierre en silencio (16 de julio).

Así, las apariciones de la Virgen de Lourdes no fueron episodios aislados, sino una pedagogía celestial: un camino cuidadosamente ordenado para guiar a Bernadette, y al mundo, del silencio y la oración hacia la comprensión del misterio mariano y la fe madura.

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