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Segundo Mensaje de la Virgen de Lourdes: La Oración

Desde el inicio de la primera aparición, entre la pequeña Bernadette y Aqueró se establece un contacto silencioso: un contacto por la oración. Este es el segundo mensaje que nos trae la Virgen de Lourdes.

Bernadette extrajo instintivamente su rosario, un gesto natural para ella. Esta fue una de las razones por las que la Virgen la eligió: no solo por su humildad ante el mundo, sino por la riqueza espiritual que poseía a los ojos de Dios. Su oración, sencilla pero profunda, le permitió asumir con Dios la miseria, el sufrimiento, la soledad y las vejaciones.

Las apariciones comienzan con la oración. El rosario era la única plegaria que Bernadette conocía, y hasta ese momento lo practicaba con seriedad, aunque de manera elemental. Durante las apariciones, su oración se hizo más profunda. Se enriqueció con la contemplación real, aunque silenciosa, de Aquélla a quien dirigía sus palabras.

Su plegaria siempre se apoyó en el silencio: el del primer y último día, las pausas durante el rosario, y el recogimiento que mantenía al regresar de cada aparición. Esta oración contemplativa también irradiaba hacia quienes la rodeaban.

Poco a poco, los testigos comenzaron a orar junto a ella. Primero eran pocos, luego llegaron multitudes. El deseo de asistir a las apariciones y ocupar un buen lugar los hacía llegar cada vez más temprano, incluso antes de la medianoche. Así se reproducía, de manera improvisada, la plegaria nocturna de la comunidad cristiana desde sus orígenes, despertando la espera escatológica del misterio de Cristo: «Velad y orad».

Con el tiempo surgió otro movimiento: la peregrinación. La oración se expresaba en los caminos que las multitudes recorrían hacia Lourdes, llevando rosarios, cánticos y letanías. Cada viaje era un acto pleno de sentido: abandonar el hogar y partir con toda el alma hacia un lugar santo para encontrarse con Dios.

Hacia la mitad de la quincena, la Virgen formula el segundo punto de su mensaje con pocas palabras, ya comprendidas más allá de lo verbal. No será hasta el 24 de febrero cuando rompa el silencio, pronunciando la frase sencilla: «Orad a Dios por los pecadores». Desde entonces, el movimiento de oración no cesa, ampliándose y encontrando su lugar dentro de la Iglesia.

La Virgen orienta la última etapa el 2 de marzo: «Vaya a decir a los sacerdotes que se acuda a este lugar en procesión y que se levante una capilla». La elección de palabras no es casual. «A los sacerdotes» se refiere al sacerdocio en su conjunto, incluyendo al obispo. El párroco de Lourdes comprendió que Bernadette se refería a toda la jerarquía.

Este momento marca una etapa eclesiástica del mensaje: la Virgen confía a los sacerdotes la fundación y dirección de la peregrinación, evitando que la oración improvisada se corrompiera. Así, desde sus inicios, la oración se convierte en el eje espiritual que guía no solo a la vidente, sino también a todo el pueblo hacia Dios.

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