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El corazón espiritual de una tierra dividida

Por: María Emilia Zuchelli

Cuando comenzaron las apariciones en 1981, Medjugorje era parte de Yugoslavia, un país comunista con muchas tensiones entre sus pueblos, divididos por la religión: había católicos, ortodoxos y musulmanes.

Un año antes, en 1980, murió el presidente Tito, que había mantenido unido al país. Su muerte generó una crisis política y social. La economía se debilitó, crecieron los conflictos entre grupos étnicos, y el régimen comunista se volvió más represivo, especialmente contra los católicos en Herzegovina.

Ese mismo año también fue importante para la Iglesia: un papa polaco comunista, Juan Pablo II, venía desafiando al bloque soviético, lo que aumentaba la tensión entre el Vaticano y los gobiernos.

Además, había un conflicto histórico entre los franciscanos de Herzegovina y la jerarquía oficial de la Iglesia. Desde el siglo XIX, los franciscanos habían sido los principales líderes religiosos en la zona. Durante siglos sostuvieron la fe en tiempos muy difíciles, por lo que no querían ceder el control de sus parroquias al clero diocesano como pedía el Vaticano. Aunque desde 1923 Roma les ordenó ceder la mitad de las parroquias, para 1980 todavía controlaban más de lo permitido.

En este contexto política y económicamente inestable, con conflictos eclesiásticos profundos, comienzan las apariciones de la Virgen en Medjugorje. Ella aparece con un mensaje de paz, enseñando cómo lograrla a través de la oración, el ayuno, la conversión y la fe.

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