El viernes 16 de julio, Bernadette siente un llamado de la Virgen y se dirige hacia la gruta, pero sucede que el acceso a esta esté vallado. La Iglesia Católica y los funcionarios del gobierno se habían preocupado de que muchos milagros ocurridos habían durado poco o incluso eran engaños, por lo que el gobierno cercó la gruta y prohibió el acceso a ella.
Pero esto no detuvo a Bernadette, ella decidió dar la vuelta y dirigirse al otro lado del Gave que quedaba en frente de la gruta. Ella cuenta lo que sintió en ese momento más tarde: «Me parecía que estaba delante de la Gruta, a la misma distancia que las otras veces, no veía más que a la Virgen. Jamás la había visto tan bella.»
En la anteúltima aparición, Bernadette sostuvo una vela encendida y en un momento la llama se mueve hacia su mano, pero esta no se quema. La Virgen la estaba protegiendo.
Este hecho es inmediatamente constatado por el médico, el doctor Douzous.
«Vaya a decir a los sacerdotes que se construya aquí una capilla y que se venga en procesión.»
El 2 de marzo la Virgen le pide a Bernadette que busque un sacerdote para pedirle una capilla. Ella le hace caso y se lo hace saber al cura Peyramale, párroco de Lourdes. Este no le cree en un inicio y le le pide saber el nombre de la Señora y le exige como prueba ver florecer en inverno el rosal silvestre de la gruta.
El 3 de marzo cuando Bernadette le pregunta el nombre a la Virgen esta solo le da una sonrisa. Pero al cura Peyramale no le alcanza y le vuelve a insistir «Si de verdad la Señora quiere una capilla, que diga su nombre y haga florecer el rosal de la Gruta.»
Durante los siguientes día Bernadette no vuelve a la gruta y se mantiene todo en silencio, en espera de que suceda algo. Hasta que el jueves 25 de marzo la Virgen decide revelarle su nombre «Levantó los ojos hacia el cielo, juntando en signo de oración las manos que tenía abiertas y tendidas hacia el suelo, y me dijo: Que soy era Immaculada Councepciou.»
Bernadette no entendía lo que la Virgen le había dicho, ella era una analfabeta y no tenía acceso a las expresiones teológicas que había en ese momento, y aunque no floreció ninguna rosa igualmente fue a contarle al cura lo que había sucedido.
Cuando Peyramale escucha esas palabras de Bernadette se conmueve inmediatamente, ella no sabia que cuatro años antes, en 1854, el Papa Pio IX había declarado la Inmaculada Concepción como expresión de verdadera fe, es decir un dogma.
El sábado y domingo muchas personas asisten al manantial, donde Bernadette bebe el agua, besa la tierra, reza y se arrastra de rodillas en señal de penitencia.
El primero de marzo sucede un milagro, Catalina Latapie moja su brazo dislocado en el manantial y recupera su movilidad.
Cada vez asisten más personas a ver el milagroso manantial y a la joven que ve a la Virgen, Bernadette.
«Me dijo que fuera a beber a la fuente (…). No encontré más que un poco de agua fangosa. Al cuarto intento, conseguí beber; me mandó también que comiera hierba que había cerca de la fuente, luego la visión desapareció y me marché.»
El 25 de febrero, la Virgen le dijo que fuera a tomar agua de la fuente y que comiera de las plantas que crecían libremente allí.
Bernadette lo hizo y frente a trecientas personas ella se arrodillo y cavo la tierra intentando buscar lo que la Virgen le dijo. En el proceso ensució su rostro, y sus gestos y apariencia fueron motivo de escepticismo por parte de aquellas personas que la veían.
Pero todos quedaron sorprendidos cuando a los minutos de aquello un manantial broto con fuerza de la tierra.
Bernadette mantuvo su palabra de volver durante los siguientes 15 días con una gran voluntad.
Ella regreso más veces a la gruta de Massabielle entre el 18 y el 24 de febrero.
El primer día lleva una vela bendecida y encendida durante todo el camino.
El segundo día la Virgen le enseña una oración.
El tercero la Virgen se le apareció cuando ella estaba acompañada de más personas y es interrogada luego por el policía Jacomet, que quería que diga lo que había visto. Ella solo dice “Aquero” (aquello). A partir de aquel momento, muchas personas empezaron a ir a la gruta, pues tenían curiosidad de si ellos también podían ver o no la Señora.
El 23 de febrero rodeada por más de cien personas, la Virgen vuelve a aparecérsele y le comunica un secreto, una confidencia solo para ella.