“La Virgen Santa María de Guadalupe, la unidad entre todas las religiones, encargada de la Familia de Dios”
A finales les siglo XV se crea la Inquisición, que era un tribunal impuesto por Isabel y Fernando destinado a perseguir a los no católicos y lograr, por la fuerza, la unidad religiosa. Se persiguió a herejes, musulmanes y judíos que se negaban a convertirse a la religión católica.
Para 1492, los reyes católicos decretaron la expulsión de España de los judíos y de los musulmanes que se extendió hasta el siglo XVI. Siglo en el que sucede la aparición de Nuestra Madre, la Virgen.
El Mons. Eduardo Chávez nos explica que este dato es relevante para entender el significado del nombre de la Virgen y porque muchos españoles lo rechazaban.
El nombre “María” es de origen hebreo y se puede entender como “elegida de dios”, “la iluminadora” o “la más hermosa”. No significa que ella sea la luz, sino que ella trae la luz en su vientre, es decir Jesús, y con él va a iluminar.
El nombre “Guadalupe” es de origen árabe y se puede entender como “el cause del rio” o “el lecho del rio”. Esto significa que conduce el agua viva. Con agua nos referimos a Jesús, entonces nos referimos que ella conduce a su hijo.
Que la Virgen lleve nombres de otras religiones es una forma de proclamar a lo que ella es, ella es una unidad, forma una unidad de todas las religiones. Ella esta diciendo que todos somos iguales, que todos somos hijos de Dios, que todos formamos parte de la Familia de Dios.
«Sube, hijo mío el más pequeño, a la cumbre del cerrillo; allí donde me viste y te di órdenes, hallarás que hay diferentes flores; córtalas, júntalas, recógelas; en seguida baja y tráelas a mi presencia»
Juan Diego siguió las indicaciones que la Virgen le había dado y subió al cerrito Tepeyac. Allí se encontró algo imposible: rosas de castilla florecidas.
¿Cómo era posible aquello? ¿Cómo es que en pleno invierno brotaron tanta variedad de rosas? No era algo que pudiera suceder y menos en un cerro donde el suelo es rocoso y abrojoso.
No perdió tiempo y tomo tan rápido como pudo todas las flores que pudiera tomar, para luego bajar a encontrarse con la virgencita de nuevo. Allí ella tomo las rosas y se las acomodo en su tilma mientras le decía:
«Hijo mío el más pequeño, esta diversidad de rosas es la prueba y señal que llevarás al obispo. Le dirás en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que él tiene que cumplirla.
Tú eres mi embajador, muy digno de confianza. Rigorosamente te ordeno que sólo delante del obispo despliegues tu manta y descubras lo que llevas.”
Juan Diego fue a la iglesia en busca del obispo y, tal como le había pedido la virgencita, le entrego las flores dejándolas caer al suelo. Pero que sorpresa se llevaron todos, cuando las rosas al caer desaparecían y dejaban a la vista la tilma del indígena con la imagen de Nuestra Señora Madre, la Virgen.
“Aquí se narra, se ordena, cómo hace poco, milagrosamente se apareció la perfecta Virgen Santa María madre de Dios, nuestra reina, allá en el Tepeyac, de renombre Guadalupe.«
Todos saben, o por lo menos la mayoría de los creyentes, que la historia de nuestra virgencita aparece escrita por Antonio Valeriano en el “Nican Mopohva” en el año 1541.
Pero esta no se considera la única fuente. Existen tres maneras más las cuales cuentan esta historia según nos cuenta el Mons. Eduardo Chávez.
La primera es la más obvia: la tradición oral, que comienza por el mismo Juan Diego. Hay que recordar que en 1531 no existía la tecnología que tenemos hoy y que se basaban siempre de la memoria, ayudándose con dibujos a los que llamaban códices.
La segunda es la imagen misma de la virgen como códice o como carta de amor. Esta imagen de la virgen grabada en la tilma dice muchas cosas. Tantas que hasta en la actualidad se siguen encontrando nuevas.
La tercera son los signos de los tiempos como son los terremotos, los eclipses, los cometas, etcétera.
También se pueden encontrar otros documentos históricos como el códice Escalada (1548), el Nican Motecpana (1590), Nican Tlantica, el Huei Tlamahuizoltica (1649), etcétera, donde se nombra o cuentan la historia de la Virgen de Guadalupe.
Los dioses los habían abandonado. Eso creían los aztecas. Pensaban que el fin de su mundo se acercaba cada vez más rápido. Habían ocurrido tres terremotos en 1530. También había pasado un eclipse, un cometa, en 1931. El solsticio de invierno se estaba acercando, al igual que el “año 13 caña” (13 acatl) el cual creían que sucedería la destrucción de todo lo que conocían. Ese evento coincide con el 12 de diciembre de 1532, el mismo día en el que la Virgen decide hacer su milagro: grabarse en la tilma de Juan Diego, un indígena recién convertido al catolicismo.
Totem azteca y la Virgen de Guadalupe
Ellos la vieron como la salvadora. El hecho de que se halla impreso en una tilma, para los indígenas, era realmente importante. La tilma no era solo una prenda para cubrirse, si no que era una parte de su persona.
Cuando nacías y te bautizaban, te bañaban con una tilma puesta.
Cuando se casaban, anudaban la tilma del hombre y la mujer para representar la unión.
Cuando fallecían, eran enterrados o quemados con la tilma.
La tilma era la continuación de su persona. Y que la Virgen aparezca grabada en la tilma de Juan Diego significaba que él llevaba colocada en lugares específicos la verdad divina que quería transmitir ella, la Madre de todos, la escucha de Dios, el que viene en su vientre.
La Virgen de Guadalupe aparece para llenar ese anhelo de vida que estaban sufriendo los indígenas.
Les daba un lugar en donde pertenecer.
Les da la aceptación que buscaban.
Les da amor.
FUENTE:
Historia apasionada de la Virgen de Guadalupe. Mons. Eduardo Chávez/P. Javier Olivera Ravasi, (12 dic. 2021) en el canal de YouTube «QNTLC, que no te la cuenten» (https://www.youtube.com/@QNTLC)
«Juntzin», que significa «juanito» o «digno juan» fue como la Virgen llamo a Juan Diego en su primera aparición.
En la cultura de Juan Diego y para los mexicas, que le hablaran en diminutivo a alguien era una expresión de humilde reverencia, cariño e inmenso amor. Esta forma de expresión viene del lenguaje náhuatl como toda una expresión de «afecto».
“Un tío mío (…) está muy grave. Está a punto de morir. Pero, niña mía, para esto nacimos…para esperar el trabajo de nuestra muerte”.
La Virgen le había dado una misión a Juan Diego. Ella se le había aparecido en el cerrito Tepeyac presentándose como «(…) la perfectísima Virgen Santa María, Madre del verdaderísimo Dios por Quien se vive(…)” y pidiéndole que llevara un mensaje en su nombre al Obispo. La muchacha le había dicho:
“Mucho deseo aquí me levanten mi Casita Sagrada en donde Lo mostraré. Lo daré a las gentes con todo mi amor personal en Mi mirada compasiva, en Mi auxilio, en Mi salvación.Porque yo en verdad soy Vuestra Madre compasiva tuya y de todos los hombres que en esta tierra estáis…porque allí escuchare su llanto, su tristeza, para remediar y curar todas sus diferentes penas, sus miserias y dolores«
El Mons. Eduardo Chávez explica en una entrevista que la Virgen de Guadalupe es la escucha de Dios, él mismo viene en su vientre, él mismo aparece atraves de la virgen y elige a Juan Diego para que lleve el mensaje.
Juan Diego le hace caso a la Virgen y va a ver al obispo, Fray Juan de Zumárraga, para llevarle el mensaje que le encargo, pero este no le creyó. ¿Cómo iba a creerle? Era un pobre indígena, no parecía ser muy digno, ni culto ¿por qué debería creerle?
Juan Diego volvió hasta el cerrito y le dijo a la Virgen que el padre no le había creído, le pidió que “(…) manda a alguien más culto que yo, que yo no sé nada, yo soy un ignorante, soy un hombre de la tierra.» Pero ella era la Virgen, si lo había elegido era por algo y le responde:
“Escucha el más pequeño de mis hijos: ten por cierto que no son escasos mis servidores, mis mensajeros.Pero es muy necesario, que tú personalmente vayas y mucho te ruego, hijo mío el menor y con rigor te mando, que otra vez vayas mañana al ver al obispo, y de mi parte hazle saber mi voluntad”
Él volvió de nuevo a la iglesia y esta vez Zumárraga le pide una señal, una prueba.
Eduardo Chávez explica también que era lógico que Zumárraga no le creyera siendo Juan Diego un indígena convertido hace muy poco, que no era una mala persona, ni le faltaba fe, él tenía que asegurarse que lo que le contaban era cierto.
Sucede que, como dice el dr. Andrés Brito, el diablo tiene que intervenir y complicarlo todo. Juan Diego le pidió a la virgencita una señal para mostrársela al obispo y ella había aceptado. Él tenía que volver al cerrito de Tepeyac a buscarla al siguiente día, ahí le daría la prueba.
Pero al siguiente día, Juan Diego se escapó de ella, decidió tomar otro camino para poder salvar a su tío enfermo que estaba convaleciente y sin fuerzas para continuar viviendo. Este, Juan Bernardino, sabiendo lo cerca que estaba su muerte, le pidió un último favor: que llamara al cura para la extremaunción. Por supuesto Juan iba a cumplir su deseo, aunque debiera dejar a su niña del cielo plantada en el cerrito Tepeyac.
La virgencita, como si de una madre se tratara, dispuesta a todo por sus hijos, bajo del cerro a buscarlo y a consolarlo. Ella venía a este mundo para ello, a escuchar a sus hijos, a traerles esperanzas, a iluminarlos. Lo encontró y le dijo:
“No tengas miedo, mi hijo…So coyotito mío, no tengas miedo. ¿A caso no estoy yo aquí, que tengo el honor, la dicha, la alegría de ser tu madre?¿A caso no soy yo tu protección, tu resguardo? ¿A caso no soy yo la fuente de tu alegría, la fuente de tu salud? ¿No estas acaso en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿De qué otra cosa tienes necesidad? (…) Tu tío ya está bien.”
Juan Diego le creyó y cumplió el trabajo que le habían encargado buscando la prueba y llevándose al obispo.