Por: Rafaela Randello

Maximiliano Kolbe fue un sacerdote polaco que amaba mucho a la Virgen María. Desde chico, decía que ella se le había aparecido en un sueño y le ofreció dos coronas: una blanca (pureza) y una roja (martirio). Él eligió las dos.

De grande, fue fraile franciscano. Fundó una revista católica que llegó a imprimir casi un millón de ejemplares, creó una “Ciudad de la Inmaculada” donde vivían cientos de hermanos, y hasta fue misionero en Japón. Usaba la imprenta, la radio y todo lo que podía para hablar de Dios.

Durante la guerra, ayudó a muchos refugiados, incluso a judíos. Por eso fue arrestado y lo llevaron al campo de concentración de Auschwitz.

Allí, un día, los nazis eligieron a diez prisioneros para morir de hambre. Uno de ellos lloró porque tenía esposa e hijos. Maximiliano se ofreció a morir en su lugar. Lo aceptaron. Estuvo dos semanas rezando y animando a los demás hasta que murió el 14 de agosto de 1941.

Hoy es santo y lo recordamos como alguien que vivió el amor de verdad: dando la vida por otro.

“No el odio, sino el amor, es la fuerza que transforma y mejora el mundo.”

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