La noche ya había caído sobre las montañas de Garabandal. En el aire frío se mezclaba el silencio de la aldea y, al separarse de su maestra, las niñas dieron cuenta de la hora que era. Todas se fueron rápidamente a sus respectivas casas, donde sin duda les esperaba una fuerte reprimenda. Aunque aún guardaban el calor de la emoción que latía en su pecho.
Debian ser como las nueve cuando Conchita, al empujar la puerta de su casa, ya oyó la voz firme y áspera de Aniceta González, su madre, quien le reprendía:
¿No te he dicho ya que a casa se viene de día?
La mujer se mantenía de pie, junto a la cocina, con los brazos cruzados y la mirada dura. Viuda y madre de cuatro, había aprendido a endurecerse para sostener lo que la vida no le había perdonado.
Conchita se detuvo en la entrada, sin atreverse a avanzar. En su rostro se mezclaban el asombro y la vergüenza. No le quiso mentir a su madre y le respondió:
He visto al Ángel.
Aniceta parpadeó. Su ceño se frunció aún más. No se lo tomo muy bien y se sintió burlada por su hija:
¿Todavía? ¡Encima de llegar tarde, me vienes con esas tonterías!
La niña no retrocedió. No discutió. Solo repitió, con la misma calma desarmante:
Es verdad. Yo he visto al Ángel.
Hubo un momento de silencio. Aniceta la miró fijamente. Algo en la mirada de su hija, un brillo que nunca había visto, y la tranquilidad con la que dijo esas palabras, la hizo dudar. Efectivamente, algo le había ocurrido a su hija.
FUENTES
Libro “Garabandal: a la luz de la historia” Edición Spanish, escrito por José Luis Saavedra para su Primera Tesis Doctoral de Teología Histórica a la luz del proceso de las apariciones. Obtenido del sitio web PDFCOFFEE: https://pdfcoffee.com/