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Ni la cárcel las hizo callar

José Díez Cantero, vecino del pueblo y padre de cinco hijos, era el albañil de la aldea y, en el tiempo de las apariciones, trabajaba en la casa de Conchita. Al enterarse de que las niñas decían haber visto a un ángel, reaccionó con escepticismo. Conociendo bien de lo que son capaces de inventar los pequeños y del alcance que tienen sus fantasías, se dirigió indignado hacia las videntes y, con severidad, intentó atemorizarlas para que recapacitaran y dijeran la verdad:

“Si seguís con eso, habrá que dar parte a la Guardia Civil; y ellos vendrán, tomarán declaraciones, os someterán a interrogatorio… y a lo mejor termináis en la cárcel. ¿Y los líos en que se verán metidas vuestras familias? Gastos, disgustos, vergüenzas…”

Las niñas, al principio, se asustaron por lo que José les decía sin pausa ni contemplación. Pero como ya habían prometido no volver a mentir, mantuvieron su postura:  no habían inventado nada y debían volver a la Calleja a esperar al ángel.

Conchita respondió con firmeza, en nombre de lascuatro:

«Pues que nos lleven a la cárcel, y a mi papá y a mi mamá también; pero nosotras hemos visto el ángel».

Aquel día, José no les creyó. Sin embargo, con el tiempo, se convirtió en uno de los testigos mejor informados sobre los sucesos. A partir de esos primeros días, acompañó muy de cerca a las niñas en momentos clave, protegiéndolas del gentío.

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