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Las tristes palabras de Juan Diego

Juan Diego debía cumplirle un último favor a la Virgen. Ella le había pedido ir al cerrito de Tepeyac a buscar la prueba para llevarle al obispo. Pero ese día había encontrado a su tío enfermo, convaleciente, ya sin fuerzas para continuar viviendo. Y este, sabiendo lo cerca que estaba su muerte, le pidió un último favor: que llamara al cura para la extremaunción.

Por supuesto Juan iba a cumplir su deseo, aunque debiera dejar a su niña del cielo plantada en el cerrito Tepeyac. Dio vuelta a este y subió por otro camino para llegar rápido y que la Señora no lo detuviera.

Pero ella sabía lo que estaba ocurriendo. Salió a su encuentro a un lado del cerro y le dijo:

“¿Qué hay, hijo mío el más pequeño? ¿a dónde vas?”

Juan Diego no se sorprendió al verla y le contesto inclinándose hacia ella:

“Niña mía (…) ¿Cómo has amanecido? (…) Un tío mío, siervo tuyo, está muy grave. Está a punto de morir. Pero, niña mía, para esto nacimos…para esperar el trabajo de nuestra muerte”.

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